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Ana María Trujillo: “Nací para ser mamá”

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Antes que actriz, diseñadora y presentadora, Ana María Trujillo es madre de profesión. Así quedó demostrado, luego de que la mitad de sus respuestas estuvieran relacionadas con sus dos hijas.
Es un encanto de mujer. Se nota la educación que le brindaron sus padres. Sobre ellos también hay mucho por decir. Son tan dulces y atentos.
La cita fue por teléfono. Acordamos que llegaría a La Diferencia, la nueva tienda de vinos, y otros ingredientes peruanos, que inauguró su familia recientemente en el barrio Bocagrande. Ana María llegó un poco tarde y, mientras la esperaba, sus padres, Margarita de Trujillo y Héctor Trujillo, insistieron en que tomara una copa de vino.
El que más insistió fue su padre, quien me aseguró que el vino no era una bebida alcohólica, como todos pretenden hacerla ver. Me contó, a modo de comentario, que en la época de Cristo, estando en la última cena, no se repartió agua sino vino, porque no existía acueducto y por ende el agua estaba contaminada. De modo que el vino reemplazaba el agua todo el tiempo.
Ana María llegó acompañada de su novio, el presidente de Pacific Rubiales, José Francisco Arata, a quien define como “el mejor hombre del mundo”.
Saludó a sus primos (quienes se encontraban conociendo el negocio) y, desde que se sentó para concederme esta entrevista, no se levantó un solo momento. Le fascina hablar de Catalina y Julieta, sus hijas. Se considera una “loca enamorada de ellas”. También se refirió a su Fundación Ámate, que pretende darle vivienda a mujeres que, como ella, son madres cabeza de familia.
¿Cómo le va con el rol de mamá?
-Yo nací para ser mamá. Por eso no se me hace tan difícil. Con Cata ahorita se supone que debería ser más complicado, porque ya va a cumplir 13 años, está entrando a la adolescencia, pero ella es una niña muy dulce, suave. Creo que la adolescencia con ella, espero, va a ser fácil. Con Julieta no sé. Actúa como si fuera una adolescente ya, pero tiene seis. ¡Ay, divinas, las amo!
Bajo qué valores la educaron sus padres?
-Mejor dicho, les digo a mis hijas que en realidad soy una mujer demasiado afortunada y quiero que ellas sean así, porque creo que en la vida todo es lo que tengas en tu corazón, los valores, los principios y establecer muy bien las prioridades. Cuando estableces esas prioridades, se te organiza la vida. Primero está Dios, luego tu familia y luego lo demás. Así es más fácil vivir, aunque suene frívolo. Mis papás fueron así conmigo y yo espero estar haciendo lo mismo con mis hijas. Daría la vida porque ellas fueran como yo cuando grande. Chorreo la baba por mis papás. Son los mejores del mundo.
Cuando viene a Cartagena, ¿qué lugar no deja de visitar?
-La casa de mis papás. Puede haber el programa que sea, que para mí no existe otro plan que ir los domingos a almorzar con ellos.
De todos los lugares, ¿cuál escogería para vivir una aventura?
-Las Islas del Rosario.
¿Cómo le va con su novio José Francisco Arata?
-Ay, súper bien. Estoy feliz. Es el hombre más divino del mundo.
¿Cómo fue la experiencia como Señorita Bolívar 1992?
-Una experiencia agotadora. No lo volvería hacer más nunca en mi vida. Y tampoco quiero que mis hijas deseen serlo.
¿Tan malo fue?
-No, mentira. ¿Sabes qué es lo que pasa? Que en Colombia hay un estigma de las reinas y eso me parece jartísimo. Entonces cuando me preguntan que si fui reina, digo que no, que fue una de mis hermanas (risas). Pero es por eso, porque las estigmatizan mucho, en cuanto a la frivolidad; y en realidad, hay niñas super inteligentes y muy capaces.
¿Cómo entró a la televisión?
-Asistí a un coctel donde estaba Julio Sánchez Vanegas (actor, productor y director) y él me dijo: “llámame cuando estés en Bogotá”. Se me perdió la tarjeta, y resulta que la había dejado dentro de un libro que me estaba leyendo. Llegué de vacaciones, encontré la tarjeta y me dije: la peor diligencia es la que no se hace. De modo que lo llamé y me dijo: “vente ya, que tienes casting”. Y yo estaba en la calle sin maquillaje. El caso es que me hicieron el casting sin maquillaje. Él me dijo que era la niña más linda que había visto sin maquillaje. Al día siguiente me dijo: “quedaste, ¿te gustaría una novela?”.
Le respondí que quería estar en Panorama, pero no había vacantes, estaban completos. Le dije que cuando le faltara alguien, me metiera a mí. Lo que tenía claro era que no quería novelas, aparte porque mis papás se podían morir. Prefería entrevistar gente que tuviera que ver con la cultura y el arte, que era lo que yo había estudiado, diseño de moda y la cultura del arte. Y me dijo: “bueno, ven, empiezas el lunes”.
¿Cuándo se convirtió en actriz?
-Cuando Cata tenía un año y medio, renuncié porque no tenía tiempo para estar con ella. Quería dedicarme de lleno a mi hija.  Un amigo me dijo: “actúa”, y yo le dije que no podía, que nunca lo había hecho. Él me contó de un casting que era muy difícil de pasar, me convenció de que me arriesgara, que si pasaba, comprobaría si esto era para mí. Era la primera producción que se hacía entre R.T.I. Televisión y Caracol Televisión para Telemundo. Era muy difícil pasar ese filtro, porque era casting de Caracol y casting de Telemundo y que los dos estuvieran de acuerdo.
Hice la prueba en vestido de baño y me decía en mis adentros: Dios mío, no puedo creer que yo esté en estas. Me sentía rara porque yo era una presentadora de noticias. Lo hice y quedé. Esa novela, Sofía, dame tiempo, fue número uno en China. Yo estuve allá promocionándola. El personaje se llamaba Francesca.
¿Con cuál de los personajes que ha interpretado siente apego?
-Hay dos: el de Francesca, porque fue mi primer papel, fue espectacular. Esa mujer tenía una personalidad divina; y en La quiero a morir, Manuela. Hubo una época en que dejé de ser Ana María. La gente me llamaba Manuela y me tocaba voltear, porque sabía que era conmigo.
¿Cómo se siente justo en este momento de su vida?
-Creo que soy la mujer más feliz del mundo y la más agradecida con todo lo que tiene. No me refiero a las cosas materiales, aunque agradezco el hecho de estar bien económicamente, porque no sólo trabajo en televisión, también trabajo con una socia en construcción desde hace 5 años.
Hábleme de su fundación
-Se llama Fundación Ámate, que son las iniciales de mi nombre. Yo no le quería poner mi nombre. Me parece medio narciso. A través de ella, le doy vivienda a madres cabezas de familia en extrema pobreza. Llevamos 10 meses desde que empezamos este proyecto. Vamos a empezar a darle vivienda a las mujeres de la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar.
Usted es madre cabeza de familia, ¿eso tiene algo que ver?
-Tiene todo que ver. Así es, soy mamá cabeza de familia y creo que no hay nada que le cambie más la vida a una mujer que una casa propia. Por ejemplo, las empleadas de servicio de la casa de uno se matan la vida trabajando para tener una casita propia. Ese es el sueño de ellas, pero cómo hacen para tenerla: primero, para ellas es muy difícil ahorrar; segundo, compran un lote, y resulta que el señor que se los vendió no era el verdadero dueño; o compran el lote y no tienen los recursos para construir la casa.
La idea es ayudarlas. Hay muchas mujeres en este país abandonadas, con hijos y creo que una casa les cambiaría la vida.
¿Cómo define la felicidad?
-Como paz, felicidad y serenidad.
¿Qué piensa de Dios?
-(Pensativa) Que es todo lo positivo. Es amor, paz, tranquilidad, generosidad. Es como la energía más fuerte que puede llevar un ser humano dentro.
¿Qué representa Cartagena para usted?
-Cartagena es lo más mágico que existe. Cuando estaba pequeña, ¿sabes qué me pasaba?. Recuerdo que cuando se iba la luz en mi casa, mis papás nos sacaban a tomar un helado y yo me acuerdo que, mientras íbamos camino en el carro, yo lloraba y le agradecía a Dios porque había nacido en esta ciudad, y sólo tenía 10 años. Lo recuerdo tanto, se me aguaban los ojos y decía: ‘Gracias Dios, porque yo nací aquí’. Increíble.
¿Qué le enoja?
-Uy, la intolerancia, la mentira y la injusticia. Creo que el orden correcto es injusticia, mentira e intolerancia.
¿Qué es lo primero que mira en un hombre?
-El corazón.
¿Cómo quiere que sean sus futuros yernos?
-¡Ay!, quiero que las adoren. Que las respeten y que las amen con todo su corazón.

Ana María Trujillo nos concedió esta entrevista en la nueva tienda de su familia, La Diferencia. Maruja Parra /El Universal/
Ana María Trujillo nos concedió esta entrevista en la nueva tienda de su familia, La Diferencia. Maruja Parra /El Universal/
Ana María con su padre, Héctor Trujillo.
Ana María con su padre, Héctor Trujillo.
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