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Revista dominical

Judy moldeó su corazón en concreto

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A Judy las estiman todos en el barrio 2 de Noviembre. La llaman “la reina del concreto” porque desde hace más de veinte años se dedica a la albañilería. 

Judy Villeros Tovar tiene la tez oscura y una sonrisa permanente que deja ver unos envidiables dientes blancos. Ella nació en Marialabaja pero vive en el barrio 2 de Noviembre en Cartagena desde hace más de 20 años, un barrio de caminos estrechos y pavimentado por partes, donde los niños juegan fútbol sorteando la suerte, pues a ratos hay peleas entre pandillas. Su casa es pequeña, humilde y acogedora. Cuando voy a buscarla la encuentro en una silla plástica, rodeada de vecinos y acompañada de su esposo. Noto que se preocupan por ella,le dicen que no se pare, que no camine y guarde reposo. “Ella es terca como una mula” me dice una de sus amigas, pues Judy decidió que la entrevista se hiciera en otro lado. Judy es tan berraca que junto a su esposo construyó literalmente su hogar. Ladrillo a ladrillo.

Amante del trabajo pesado

Mientras hablamos, pasa uno que otro vecino y le grita ¡reina!. Judy los saluda y sigue la conversación. Me cuenta que le fascina (utilizó esa palabra) hacer la mezcla del concreto. Judy repella, pinta, estuca y ágilmente se le mide a cualquier trabajo de albañilería que le pongan, porque aunque parezca increíble le parece sencillo.

Desde muy joven le gustaron los oficios de exigencia física. Su abuela quien se encargó de criarla, tenía una tienda. Creeríamos que Judy se dedicaba a vender y a sacudir los estantes, pero no, ella cargaba los bultos de arroz y azúcar que llegaban a diario porque eso le parecía algo "tan fácil".Judy llegó hasta quinto de primaria porque dice que estudiar no era lo suyo. Luego de propinarle severas tundas para que asistiera al colegio, la abuela de Judy se dio por vencida, pues lo que le gustaba a su nieta era trabajar. "Yo fui muchacha de servicio pero siendo eso uno no gana bien. Una vez en Crespo me contrataron para limpiar en una construcción. Cuando quise ver ya había cogido la espátula, empecé a estucar y ya no limpié más. Me decían, ¡ajá y a ti no te trajeron fue para que hicieras el aseo!" me cuenta mientras se ríe.Es una de las pocas mujeres en Cartagena que se dedica a la albañilería. En sus inicios, Judy se metía a las construcciones de ayudante, sin que nadie se lo pidiera. Ella dice que la amenazaban con que no le iban a dar un peso, pero ella nunca se iba. Al final de la jornada las amenazas se disolvían como cal en agua y el responsable de la obra terminaba pegando su día de trabajo. "Al principio me decían que buscara un trabajo de mujer, que me fuera a lavar y a cocinar. Aún hay compañeros de trabajo que me dicen ¡ponte a lavar y a limpiar! y me dejan con el trabajo más pesado porque creen que van a hacer que desista, pero he dejado a más de uno con la boca abierta".

Ama de casa entregadaJudy comparte la vida con su esposo Arturo Álvarez, quien también es albañil y sus dos hijos varones, Daniel (20) y Carlos (18). Su hija menor, Ilse (17), vive con su tía en un barrio cercano. Ilse está terminando el bachillerato y aunque aprecia a su madre, no apoya su trabajo, "a quién le va a gustar que su mamá sea albañil" me dice la joven con el ceño fruncido. Daniel no estudia y Carlos se inclina por la albañilería.La risa de Judy es contagiosa y aún con los pesares que carga encima, sabe que la fe todo lo puede y se aferra a que cada día sea mejor que el anterior. Una de sus preocupaciones principales es Daniel. Él es delgado, alto y parece que siempre mirara al vacío. El peinado que trae es algo extravagante, se dejó crecer el cabello y tiene unos gajos que parecen ajenos al viento y al movimiento. Daniel fue quien me llevó al encuentro de Judy. Durante todo el camino casi no me miró y respondía mis preguntas con monosílabos. Me pareció perdido más que otra cosa.

Judy me cuenta que Daniel tiene problemas con las pandillas de los barrios aledaños, “a veces me dice mami, yo quiero salir de esto, sácame de aquí”. Judy ahorró cierto dinero y logró internarlo por casi un mes en un centro para jóvenes. “Daniel no se opone a que yo lo interne en esos centros. Si yo le digo que me lo voy a llevar de aquí él acepta sin poner problema. Cuando estuvo internado mejoró bastante pero regresó y sigue siendo el mandadero de los pandilleros de acá”. Todos los días a las siete de la noche, Judy se para en frente de su casa y lo llama, ¡Danieeeelll!. él va y si es de demorarse le grita “¡Ya voy mamiii!”. Aún no entiendo a Daniel.

Si Judy tuviera una lámpara mágica desearía llevarse a Daniel lejos de sus malas amistades, que mejore su pierna hinchada y que el trabajo nunca le falte.

Noto algo de tristeza en el rostro de Judy, pero de vez en cuando se ríe. No aparenta los 43 años que tiene. Carga una energía asombrosa aun cuando no se encuentra en su mejor momento pues se aferra a unas muletas de madera que ella misma construyó luego de que un automóvil le dejara el pie "planito" como describió. El incidente, que ocurrió luego de una pesada jornada de trabajo en una construcción en el barrio Alamedas la Victoria, le dejó a Judy una fisura de tobillo y el temor de no volver al trabajo por unos meses, lo que se traduce a menores ingresos en su casa. “El conductor del vehículo afortunadamente ha corrido con ciertos gastos” me cuenta Judy, pero es claro que a esta mujer le preocupa su oficio. Su sustento está en el limbo desde el accidente.

“A mí nunca me vas a ver estando sana, sentada en una esquina jugando cartas. Desde joven me ha gustado trabajar y nunca llegaba a la casa con las manos vacías”, dice Judy acomodándose en la silla.

Al ser maestra de obra, Judy ha tenido muchos ayudantes, la mayoría son jóvenes que apenas se están formando en el oficio. "Cuando trabajamos, la mayoría se cansa antes que yo" afirma Judy quien se sube en los andamios y a diferencia de sus compañeros, no le lanza piropos a los hombres que le pasan por el frente. Ella se mete de cabeza en su trabajo y descansa cuando termina. Nunca se queda quieta.

La palabra albañil viene del árabe al – banní, que traduce “el que construye o edifica”. Judy día a edifica su hogar y transforma su vida. Más allá de una ganancia monetaria, su carácter se mezcló con cemento, se moldeó, se secó y la convirtió en una mujer férrea de inmenso corazón.

Judy dice que la albañilería es un trabajo en el que se siente cómoda porque sabe que lo hace bien. Luis Herrán
Judy dice que la albañilería es un trabajo en el que se siente cómoda porque sabe que lo hace bien. Luis Herrán
A Judy desde joven le gustaron los oficios de exigencia física Luis Herrán
A Judy desde joven le gustaron los oficios de exigencia física Luis Herrán
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