Definir la palabra clásico es un debate sobre la historia de la estética y del arte. El sentido del término proviene de classis y se refiere a la formación de las flotas de la armada romana, en tanto orden, equilibrio, estabilidad, incluso fortaleza y durabilidad. Como se puede ver, se trata de un término bélico que migra hacia el campo artístico e intelectual, de tal forma, que se refiere a atributos de ciertas formas del pensamiento, la creación y de las distintas técnicas. Allí hay que destacar el contraste que el término clásico, forma frente al término moderno. Un contraste que sugiere distintas épocas históricas de la creación. Así tenemos que la literatura, el teatro, la música, la pintura y la arquitectura tienen en estas categorías sus respectivos clasicismos. Pero, otra cosa pasa con el cine.
En 1911 Ricciotto Canudo postuló el Manifiesto del Séptimo Arte, que considera al cine como el arte capaz de sintetizar todas las artes, de manera integradora y consumadora, con lo que sugirió su gran poder de hibridación. Lo relevante aquí es que las artes requieren de cambios, rupturas y crisis en sus formas para renovar y desafiar lo clásico. En ese sentido, el cine estabilizó su forma de mostrar y de narrar a nivel planetario, durante una buena porción del siglo XX. Algunos autores señalan este período del cine clásico entre 1917 y 1960; no obstante, la fuerza narrativa del mismo tiene plena vigencia hoy. Hay varias tradiciones del cine clásico, las cuales se ubican desde la segunda década del siglo XX, y que están ligadas a las formaciones nacionales de Europa y otras partes del mundo. Así, por ejemplo, hay cine clásico de la desaparecida Unión Soviética, de la Alemania de Weimar, e incluso de Japón. Pero el cine clásico que predominó en sus elementos formales y narrativos fue (y es) el de Hollywood. Se trata de toda una mentalidad cinematográfica que tuvo su sustento en la estructura de producción en los grandes estudios. Una producción cinematográfica de tipo industrial, que en un año de la década del cincuenta, podía confeccionar unas mil quinientas películas al año. En cierta revisión de archivos de prensa, que llevé a cabo en años anteriores, pude dar cuenta de que la mitad de las películas que circulaban en Cartagena entre 1939 y 1957 provenían de los Estados Unidos. Los títulos de las películas que se ofrecían en los teatros podían rotar casi a diario. Lo que pasa es que, para entonces, el analfabetismo en Cartagena pasaba del setenta por ciento y la gente no podía descifrar los subtítulos en español de dichas películas. Es por eso que la gente, no sólo de Cartagena, sino de Latinoamérica y el Caribe enteros, se volcó a consumir ciertas cinematografías nacionales como la de México y Argentina. Hay que destacar que, según la historia del cine en México, varios autores señalan que era tal la demanda de mano de obra de los grandes estudios de Hollywood, que buena parte de la mano de obra empleada era mexicana y fue esa forma en que emergieron los cuadros de artistas y técnicos cinematográficos que hicieron posible la industria cinematográfica mexicana, la cual, se internacionaliza en 1936, con la película “Allá en el rancho grande”.
De manera, pues, que el cine mexicano tiene su cuarto de hora en el mercado Latinoamericano, cuando llega la Segunda Guerra Mundial, lo que incide en la merma de la producción fílmica en Hollywood. El sentido de lo clásico en el cine, así, está ligado al Star System, al universo de grandes divas y galanes que se convirtieron en los grandes modelos del ser y parecer frente a las masas sedientas de historias llenas de soluciones melodramáticas, pasajes humorísticos y gran cantidad de baile y canción. Los expertos señalan a la película “El Nacimiento de una Nación” (1917) de David W. Griffith, como el inicio de la tradición fílmica norteamericana y que hoy está representada en las películas de Clint Eastwood en su faceta de director, cuya última película se titula “Las Curvas de la Vida” (2012) tratamiento melodramático sobre la sabiduría de un viejo cazatalentos de béisbol.
Se tiene como referencia 1960 como el año de ruptura del cine clásico de Hollywood en tanto que comienza la decadencia del sistema de producción de grandes estudios; además, comienza la masificación de la televisión en los Estados Unidos y, también, la aparición de ciertos formatos portátiles de cine, como son los formatos de ocho milímetros y 16 milímetros, que facilitaron la renovación del cine en todo el mundo. Renovación en Europa de la postguerra con el Neorrealismo italiano, con la inolvidable película, “Ladrón de Bicicletas” (1948) de Vittorio De Sica y con La Nueva Ola Francesa con la fascinante historia “Los cuatrocientos golpes” (1959) de Jean Francois Truffaut. El cine clásico inventó a su público, el cual, asistió a unos veintinueve teatros que en cierto momento de 1954 tuvo Cartagena. Era la única oportunidad que tenía la gente de aquel entonces, para asomarse por una ventana que mostraba el acontecer del mundo, el mundo del cine clásico, cuya estructura se caracteriza por una historia contada en ciento veinte minutos; conflicto entre personajes antagónicos, de naturaleza excluyente; progresión del drama, en virtud de profundos puntos de giros en la acción; héroe, villano e interés amoroso; muerte y sacrificio del mejor amigo del héroe; ironía y humor recurrente; salvamento de último minuto; y, final feliz. Una fórmula que funciona, hasta hoy.
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