El Jazz como género musical es complejo de definir porque se convirtió en una familia de géneros musicales que, por lo general, comparten tres elementos como son el swing como ritmo, el papel de la improvisación y la calidad del talento de los músicos. Una pista importante para entender esta música está en la geografía humana donde nace, pues, en Nueva Orleans concurren diversas culturas europeas, caribeñas y africanas cuyo intercambio dio lugar a un universo de manifestaciones religiosas, festivas, musicales y gastronómicas principalmente.
Dichos intercambios, a su vez, se dan en un contexto cultural marcado por el agua, cuyos referentes claves son el río Misisipi y el Golfo de México que, a su vez, forman parte de la cuenca del gran Caribe. Se trata de un escenario de encuentros y tensiones entre África y Europa, amos y esclavos, fiesta y duelo, carnaval y religión, tradición y modernidad, dulce y picante. Hace años cuando probé la sopa de Gumbo, entendí un poco mejor los significados del Jazz. El Gumbo es una sopa de arroz que integra pedazos de cerdo magro, mariscos diversos como el cangrejo y las gambas, carne de aves como pato, pollo o codorniz y, también, productos cárnicos ahumados como la salchicha Cajún. Probar el Gumbo es exponerse a un sabor incansable, al igual que el Jazz, se trata de una experiencia sensorial de alcance infinito y que depende mucho del talento y la sabiduría particular. La sazón en la comida y el sabor musical son territorios de la verdad donde no se puede engañar a nadie, allí es donde se sabe quien es quien; es por eso que resultan tan importantes los sabedores, es decir, personas que dedican gran parte de su vida a cultivar una memoria musical que va mucho más allá de la catalogación musical y que le dan al consumo del Jazz una verdadera dimensión creativa.
Escuchar y ver el Jazz es participar de una experiencia creativa que exige la formación de cierto gusto y, de ahí, la importancia de un programa de radio como Voces del Jazz dirigida por Manuel Lozano Pineda y que el próximo mes de noviembre cumplirá cuatro años al aire en UDC Radio, la emisora de la Universidad de Cartagena. Siendo el Jazz un material artístico y cultural tan maleable se difundió por el mundo a través del agua y de los medios. Del agua porque esta música llegó a los muelles más distantes y Cartagena no estuvo exenta de ello, es por eso que investigadores musicales como Enrique Muñoz y el fallecido Emery Barrios dan tanta importancia a la llegada de las Big Band las cuales expusieron a la ciudad a un nuevo tipo de sensibilidad, a los aires de la modernidad cultural. Gracias a la vida de muelle y el Jazz, entre otras muchas músicas y nuevas expresiones, Cartagena alcanzó a conectarse con el mundo y con el siglo XX.
Llegan las Big Band con base en Panamá a principios de la década de los años veinte, cuando instalan también altavoces en el mercado público de Getsemaní por donde comenzaron a circular estas músicas transmitidas por emisoras de Panamá, La Habana o Nueva York. Por su parte, Justo Almario, sucreño de nacimiento, ha sido uno de los colombianos mejor reconocidos en el muy exigente mundo del Jazz. Almario fue criado en el ámbito musical del porro y su golpe, desde donde contribuye a la fusión de la gran sopa de Gumbo que es el Jazz tocando el saxo soprano, saxo tenor, clarinete y flauta en orquestas como las de Duke Ellington, Mongo Santamaría, Jon Lucien, Frank Foster, Willy Bobo, Machito, Tito Puente, Cal Tjader y Poncho Sánchez entre muchos otros. Estuvo con nosotros Justo Almario en el Festival Voces del Jazz de agosto, que aglutina mucho público general y especializado y convoca a músicos locales frente a la oportunidad de intercambiar escenarios y experiencia con músicos nacionales y extranjeros. Va Voces del Jazz por UDC Radio de lunes a miércoles de 6 a 7 de la noche, de la mano de Manuel Lozano Pineda.
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