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Revista dominical

Dar de leer

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Ya sabemos que la oferta cultural en nuestra ciudad es precaria. La cosa se pone peor para el caso de los sectores populares, porque, su capacidad de consumo no alcanza para acceder a productos y servicios culturales, distintos a los que se ven por los medios de comunicación. Antes de seguir vale la pena aclarar que, hoy más que nunca, la cultura y sus productos son resultado de un intercambio profundo y amplio entre las fuentes más variadas. “Inténtalo”, por ejemplo, es un video clip musical que encuentran en la página web de youtube y es una mezcla entre champeta, reggetón, tecno cumbia, balada – pop y música ranchera del norte de México. Esquizofonia, ese es el término que ciertos autores usan para referirse a ese tipo de piezas musicales que son locales y globales al tiempo, que son premodernas y postmodernas al tiempo. Así las cosas, parece que no es muy adecuado hablar la dicotomía entre lo culto y lo popular, o entre lo alto y lo bajo, entre la alta cultura y la baja cultura. Ya todo es una misma cosa.
Es evidente que la cultura nos llega fácil en la medida en que se sigan desarrollando y abaratando el acceso a los contenidos de internet, a través de computadores portátiles, tabletas digitales o celulares y televisores inteligentes. De hecho hay quienes dicen que esta es la era del entretenimiento por encima de la crisis de los recursos naturales y el cambio climático. Todo se volvió un espectáculo, dicen. El martes pasado, por ejemplo, en las noticias presentaron un caso de profanación de tumbas entre pandilleros adolescentes del municipio de Soledad, Atlántico. Los cuarenta negritos, contra los Grasas. Llevan su conflicto más allá de la muerte y por las noches invaden el cementerio para desvalijar e inquietar los cadáveres de sus enemigos. Salvaje, por su puesto. Pero, al mismo tiempo, material para lo que ustedes quieran: un cuadro, una novela, una pieza musical, una coreografía de danza contemporánea, una ópera, una película, un poema. Arte, cultura y entretenimiento del horror que es lo que nos ha ofrecido, en buena medida, la cultura de masas del siglo XX. De allá venimos.
De manera, pues, que han emergido nuevas formas de lectura y nuevos intereses en cabeza de las nuevas generaciones. Y, francamente, los profesores no hemos podido con esa nueva faceta del devenir histórico y cultural de la sociedad cartagenera. Estoy hablando de todo el estamento docente: desde el kínder hasta los posgrados, sin importar condición social o económica, o si se trata de entidades privadas o públicas. No la tenemos fácil, empezando por las condiciones laborales, eso es fuente de todo tipo de dificultades, pero, la gran mayoría tiene capacidad de aguante y de resignación. Termina convirtiéndose el oficio de la docencia, en un escampadero. El oficio consiste en facilitar la aparición de criterios en los estudiantes para comprender el mundo actual y lo que significa: de dónde venimos, qué lugar ocupamos en él, para dónde vamos. Tal propósito supone un proceso de aprendizaje colectivo, de maduración grupal. Y no es nada fácil, en especial, porque ya encontramos un número importante de docentes que están bajo tratamiento sicológico, casos siquiátricos además, en virtud de la gran cantidad de problemas, tensiones, conflictos que deben enfrentar a diario. Se convirtió la escuela en una especie de para - rayos social, pues, se escogió el escenario escolar para tratar de solucionar y compensar todos los males que nos aquejan, según todas las manifestaciones violentas: contra la mujer, sexual, suicidios, intrafamiliar, urbana, juvenil, conflicto armado, microtráfico. Así no aguanta. Es por eso que la cultura que se oferta por los medios, se convirtió en el principal material de aprendizaje. ¿Qué criterios se forman allí para entender lo que nos pasa y lo que se nos vino encima? Las personas no podemos no aprender, en ese sentido, no se puede subestimar a nadie en tanto su creatividad y talento. Para mí, parte del problema está en la agenda cultural ofrecida a diario. La gente en Cartagena entera está lista para apropiarse de opciones culturales distintas. La escuela, sus docentes y sus propósitos deben verse más desde lo cultural, priorizando la ciencia, la tecnología y la innovación y su pertinencia con nuestra realidad. Ante la oferta incesante de contenidos, dar de leer es parte de la solución. Se nos exige un criterio serio que piense nuestra relación con el capitalismo, con el debate de la modernidad, pues, a Colombia llegaron los carros pero no las carreteras. El problema es que hay profesores que no leen ni el periódico. Y así tampoco se puede.
ricardo_chica@hotmail.com

Niños leyendo en el Biblioparque de San Francisco.
Niños leyendo en el Biblioparque de San Francisco.
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