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Revista dominical

Justo Almario “De la vida espero muchos años para hacer lo que más me gusta”

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Justo Almario es una de las estrellas esperadas en Barranquilla-Jazz y en el Festival Internacional de Jazz del Teatro Libre, que se inicia la próxima semana.
Sólo había una hora disponible para hablar telefónicamente con él, desde Los Ángeles, porque estaba reseñado en su agenda el ensayo con su grupo para el homenaje a Quency Jones, en el flamante teatro ‘Gran Performance’.
La hora se hizo corta porque es demasiado lo que uno quiere hablar y preguntarle a Justo Almario (Sincelejo, 1949), uno de los grandes exponentes del Latin Jazz, radicado en Estados Unidos desde 1969, con una carrera extraordinaria de sendos frutos y gratificaciones personales y profesionales, con amplia repercusión internacional, motivo de orgullo para Colombia, en especial para su terruño natal.
Muy niño (4 años), sus padres, Luis Arturo Almario Vertel y Ana Margarita Gómez Paternina, se lo entregaron a quien él considera como su tutor y mecenas, y ‘una bendición del cielo’ en su apogeo artístico: el maestro Jorge Rafael Acosta, quien se lo llevó por su cuenta a Barranquilla. A partir de ese capítulo despega el acelerado cronómetro de su imparable y exitoso itinerario musical.
Graduado con honores de la Universidad de Berkeley, donde estudian los genios o los hijos de los potentados, Justo Almario hace reminiscencia, a vuelo de pájaro, de una vida invertida en la música, en el Jazz, y en su alquimia con ritmos colombianos, particularmente de la Costa norte.
Almario es una de las estrellas esperadas en Barranquilla-Jazz y en el Festival Internacional de Jazz del Teatro Libre, que inicia la próxima semana.
¿Qué cara puede hacer un niño de 4 años, provinciano, del barrio San José de Sincelejo, arrancado de las polleras de su madre?
"Bueno, eso fue un gran sacrificio, tanto para mamá, como para mí, porque un niño qué va entender de los planes que tienen lo adultos para con uno, pero brevemente me di cuenta que hubo mucho amor y mucha protección de parte y parte".
¿Qué hace que el maestro Jorge Rafael Acosta lo desprenda de la casa paterna?
"Eso tiene su génesis: cuando yo nací, el maestro Acosta, que vivía en Sincelejo, se dio cuenta que desde pequeño me encanta la música. No había cumplido un año cuando ellos ya habían hecho planes sobre mi futuro".
Su padrino, Crescencio Salcedo, no fue el que dijo, en la pila bautismal, refiriéndose a usted: ‘ese crío tenía pinta de músico’, y que no había nada más que hacer?
"Será por eso que pasó todo lo que me ha pasado, gracias a Dios, y al maestro Acosta y a gente muy querida, amigos, maestros, todo ese conglomerado que en la Costa me ayudó a formar como hombre y como músico".
Entre ellos están: Antonio María Peñaloza, Demetrio Guarín, Pello Torres, Pedro Biava. ¿Falta alguno?
"Sí, Alex Acosta, hijo de Jorge Rafael Acosta, gran saxofonista, quien me contagió la fiebre del Jazz; incluso mi papá, Luis Almario, percusionista y de un gran oído para los instrumentos melódicos, quien me consiguió mi primer flautín cuando tenía cuatro años".
¿Qué se escuchaba en ese entonces en Sincelejo?
"Los porros, fandangos, cumbiones y mapalés de Pello Torres, pero también los porros y merecumbés de Pacho Galán y Lucho Bermúdez; las gaitas de San Jacinto, y una rica variedad de géneros musicales, entre ellos el vallenato sabanero, que en ese entonces estaba en su apogeo".
¿Y qué empezó tocando usted?
"Yo comencé tocando la timba, como mi papá Luis, pero como él tenía un gran oído para los instrumentos melódicos, me dijo que quería que yo fuera un músico de atril, que es el músico de formación, de academia, de estudio consagrado".
¿Qué tanto le enseña a usted Jorge Rafael Acosta?
"Mucho: teoría, armonía, solfeo, interpretación, tocar de oído. El maestro me introdujo a la música de Bach, porque él tocaba con la Filarmónica de Barranquilla que dirigía Pedro Biava. Parte de mi currículo era asistir a los ensayos de la Filarmónica, y ‘rociarme’ con esos músicos que interpretaban música clásica".
¿Cómo fue esa experiencia con el repertorio clásico?
"Puso en mi corazón un gran amor por aquellas melodías tan bellas que me empujaron a amar más la música y a estudiar con más afán y obstinación mi instrumento, que en esa época era la flauta traversa".
Empezó con la flauta, luego vino el clarinete, después el saxofón. Lo han comparado en varias ocasiones con Paquito de Rivera. ¿Qué dice al respecto, maestro?
"Es difícil para mí esa comparación, porque somos amigos, contemporáneos, y tenemos estilos diferentes que confluyen en el río vertiginoso de lo que más nos gusta, que es el jazz y la música latina".
¿A qué edad lo descubre en Boston, el inmortal Duke Ellington?
"A los 20 años, recién llegado a Berkeley, en el verano de 1969, donde estudié por una beca que me gané luego de enviar a la universidad una cinta que contenía mis interpretaciones de algunos temas de jazz, y una de mis composiciones".
¿Y de qué manera lo puso Ellington en el atril de su orquesta?
"Sucede que su saxofonista se enfermó ese día y llamaron a la escuela, por época de vacaciones, para buscar el reemplazo, y fue así que un profesor me recomendó. Como mi inglés era precario, el ‘profe’ llamó a Duke y le dijo: ‘aquí tengo un joven colombiano con quien seguramente no podrás conversar porque su inglés es incipiente, pero si no se hace entender con el saxo, lo devuelves".
¿Y qué pasó entonces?
"Duke fue muy amable y generoso, al terminar la presentación me puso su mano en el hombro, y me dijo: ‘por favor, ven y toca estos cuatro conciertos mientras se mejora mi saxofonista’. Se refería al gran Paul Gonsalvez, quien murió hace años".
¿Qué narraba la partitura?
"Tocamos temas conocidos del Jazz, de las composiciones del maestro Duke y de su orquesta, como ‘Take The A Train’ (El Tren Número A), y muchas de sus creaciones. Fue una velada inolvidable".
¿Cuánto tiempo con el Duke?
"Un mes completo, que fue lo que tardaron las cuatro presentaciones".
Tiempo después se encuentra en Nueva York con Mongo Santamaría. ¿Cómo fue?
"Algo parecido a lo que sucedió con Duke. Él llegó a tocar a uno de los más reconocidos clubes nocturnos de Jazz (‘Jazz Workshop’), por espacio de cinco días: me llama para que reemplace a su saxofonista que había perdido la conexión del vuelo. Eso fue a escasas dos horas del concierto, pero, como decimos en Sincelejo, ‘yo estaba más preparado que un suero’, y no tuve complicaciones. Todo esto que te narro es gracias a las enseñanzas que recibí de Jorge Rafael Acosta, quien falleció en Barranquilla, en el año 62".
¿Con Mongo fue de largo?
"Sí, a partir de que esa noche fue memorable para el público, para él y para mí. Una vez culminada la noche me invitó a quedarme con él por esa semana. Al terminarla, él me convoca para acompañarlo a Atlanta (Georgia), y aceptó ir por otra semana, con la condición de regresar a Berkeley, mi escuela. Pasada una temporada, me llama a Boston y me dice que me devuelva urgente a Nueva York para trabajar con él de planta".
Usted acepta, ¿por supuesto?
"Tuve que pedir un permiso en la escuela, por cuestiones de beca, pero como la orquesta de Mongo es tan reconocida, Berkeley aceptó orgullosa esa invitación".
¿Cuántos discos ha grabado usted como solista?
"Completo diez álbumes, hoy convertidos en compactos, uno de ellos ‘Herencia’, que grabé en 1986, y que tiene que ver justamente con la herencia de la música colombiana. Compuse un tema que es una mezcla de jazz con vallenato, ‘Saxofón callejero’. Cuando eso empezó a sonar en la radio de los Estados Unidos, causó furor ese maridaje, en esta ocasión con el acordeón de Lucho Cantillo, también de Sincelejo, quien me acompañó en este trabajo".
¿Fue el mismo disco que por intermedio del poeta y cronista Gustavo Tatis Guerra llegó a manos de Gabriel García Márquez?
"El mismo: Yo estoy en mi casa aquí en Los Angeles, suena el teléfono, y ¡es Gabo! Quedé mudo, paralizado. No sé si lo único que dije fue ‘gracias maestro’, porque él se tomó la palabra de chorro. Y es que el rey de la palabra es él".
¿En qué está trabajando ahora mismo?
"Salgo ahora mismo a dar un concierto como tributo al maestro Quency Jones, en el ‘Grand Performance’, de Los Ángeles, y acabo de ser parte de la banda sonora de la película, ‘Río’, de los estudios Twenty Century Fox: música brasileña que relata una bella fábula de pájaros migrantes".
Regresa a Colombia a cumplir compromisos con el FestiJazz de Barranquilla y el Festival Internacional de Jazz el Teatro Libre. ¿Un respiro más que necesario?
"Para mí es muy importante regresar a Colombia porque toca muy hondo las fibras de mi corazón. Y es necesario estar siempre empapado de los sabores musicales y culinarios de mi tierra, por en mi caso, se cocina como se toca".
¿Le envían a los Angeles suero ‘atoyabuey’ de Sincelejo?
"No, pero con un grupo de amigos que vive aquí, nos damos mañas de hacerlo, como también mote de queso y arroz con coco".
¿Y de sobremesa?, ¿acaso vino de corozo?
"Es lo que deseamos, pero no se consigue".
¿Qué lo reemplaza?
"Un vino normal de California, exquisito por cierto".
¿Con quién comparte tanta felicidad y tantos logros obtenidos, maestro?
"Con mi esposa, Bárbara Acosta, antropóloga mexico-americana y con mis cinco hijos: es mi familia que quiero tanto".
¿Qué más hace fuera de hacer música?
"Siempre estoy en activo con la música: estudiando, ensayando y aprendiendo cada vez más, por que este arte es interminable. Tengo una cátedra de saxofón en la Universidad de California (UCLA). En todo eso invierto el tiempo. Tengo 62 años y espero de la vida muchos más para seguir haciendo lo que más me gusta".
¿Cuánto hace que dejó de enviarle más recortes de prensa que dólares a doña Margarita Gómez Paternina, su señora madre?
"¡Ah!, esos fueron años maravillosos".
¿Vive ella aún?
"Sí, tiene 81 años, y si vieras como está de lúcida".

El músico colombiano Justo Almario.
El músico colombiano Justo Almario.
El maestro del saxofon , clarinetista y flautista Justo Almario practicando con la orquesta caribe big band para el concierto del cumpleaño de la big band
El maestro del saxofon , clarinetista y flautista Justo Almario practicando con la orquesta caribe big band para el concierto del cumpleaño de la big band
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