La tranquilidad habitual del barrio Ceiba, en el municipio de Cúcuta (Norte de Santander), cambió de manera abrupta en la tarde del jueves 2 de octubre, cuando un ataque sicarial acabó con la vida del abogado Gilmar Rey Duarte Gámez. El hecho ocurrió hacia las 6:20 de la tarde, en la calle 4 con transversal 4, una zona reconocida por sus establecimientos comerciales y escenarios deportivos, que hasta entonces se mantenía como un lugar relativamente apacible.
De acuerdo con testigos, “no pasó ni un minuto desde que Gilmar Rey Duarte Gámez estacionó su camioneta roja, de placa KRL 370, y bajó para entrar a un establecimiento comercial, hasta que dos sujetos a bordo de una motocicleta lo interceptaron para acabar con su vida”. El abogado había llegado hasta el sector con la intención de comer en un reconocido negocio de pasteles, después de una jornada laboral.
La Opinión dio a conocer que la víctima descendió de su vehículo y dio algunos pasos en dirección al local cuando una motocicleta se acercó. En ella se movilizaban dos hombres, uno de los cuales desenfundó un arma de fuego y le apuntó directamente a la cabeza. Un balazo bastó para segar su vida. Gilmar cayó frente al establecimiento, vistiendo una camiseta roja que pronto se impregnó de su propia sangre.
El pánico se apoderó de quienes presenciaron la escena. Los sicarios huyeron en la motocicleta con rumbo desconocido, mientras los transeúntes buscaban refugio y al mismo tiempo alertaban a la Policía. Minutos después, una patrulla llegó al lugar y activó un “plan candado” en la zona, con el objetivo de ubicar a los responsables.
Las autoridades iniciaron la recolección de información mediante entrevistas a testigos y la revisión de las cámaras de seguridad del sector, que podrían aportar pistas claves para identificar a los atacantes. Aunque hasta ahora no se ha confirmado el motivo del crimen, se confía en que las pruebas técnicas ayuden a esclarecer el hecho.
La noticia de la muerte del abogado causó conmoción en redes sociales, donde amigos y conocidos expresaron su tristeza y desconcierto. “Era una excelente persona, siempre iba con una sonrisa y tratando de hacer reír a los demás. Muy respetuoso y cordial, devoto a morir de la virgen de Guadalupe, no se merecía morir así”, escribió uno de los usuarios al recordar a Gilmar.
El homicidio, cometido en medio de la cotidianidad de un barrio concurrido, dejó en evidencia la creciente preocupación por los hechos violentos que alteran la seguridad ciudadana en diferentes sectores del país.