La madrugada del 21 de julio quedó marcada en el barrio La Concordia en Cúcuta, Norte de Santander,
por el estruendo de varios disparos que anunciaron la trágica muerte de Anastasio José Ramírez Mantilla, un hombre de 40 años conocido por todos como ‘Tachito’. Su vida, según quienes lo conocieron, se partió en dos mitades que definieron su destino: antes y después de caer en las drogas. Y fue precisamente ese mundo, al que se aferró con obstinación, el que terminó por arrebatarle la vida, justo afuera de la casa donde vivía con su familia.
Era las 1:20 de la madrugada cuando los familiares de Tachito fueron alertados por el estruendo de los disparos. Al salir, lo encontraron tendido en el suelo, sangrando, con varios impactos de bala y sin signos vitales. Nadie vio al atacante. Siga leyendo: De 10 impactos de bala quitan la vida a hincha del Junior de Barranquilla
Desde tempranas horas del día, su familia y allegados se congregaron en el mismo lugar donde fue asesinado. No había espacio para el asombro, solo para el dolor resignado. Muchos coincidieron en una sola hipótesis: los estupefacientes lo llevaron a ese punto sin retorno.
La Opinión dio a conocer que Tachito creció inicialmente en la Loma de Bolívar, pero su padre, preocupado por el aumento de consumidores en la zona, decidió mudarse con la familia a La Concordia cuando el niño apenas tenía 10 años. Allí terminó sus estudios y se involucró desde joven en el trabajo. A los 14 años ya acompañaba a su padre en el gremio de la carnicería, haciéndose un nombre conocido en sectores como la Nueva Sexta y Cenabastos.
Antes de cumplir los 20 años, había fundado incluso su propia carnicería en Ureña, estado Táchira (Venezuela). Parecía tener el camino claro como comerciante, pero en medio de ese entorno conoció las drogas. La caída fue rápida y profunda. Lo perdió todo.
Anastasio Ramírez y su caída en las drogas
“A mí esto es lo que me gusta”, le repetía a sus familiares, quienes durante años intentaron ayudarlo a salir del consumo, según dijo La Opinión. Invirtieron grandes sumas de dinero, buscaron ayuda profesional, le ofrecieron oportunidades. Nada funcionó. “Él me decía que ya no gastara más plata, ya no había nada que hacer”, recuerda su padre, quien, pese a todo, nunca le cerró las puertas y lo permitió volver a casa bajo ciertas condiciones.
Con el paso del tiempo, las secuelas del consumo fueron evidentes. En su rostro, en su cuerpo y en su comportamiento ya casi no quedaba rastro del joven activo y servicial que alguna vez fue. En el gremio carnicero la noticia de su asesinato se regó con rapidez. Muchos lo recordaban con aprecio, otros con pesar.
Tachito no tuvo hijos. “Porque no los quiero hacer sufrir”, decía cuando le preguntaban por qué nunca formó familia. Su legado, sin embargo, quedó unido a una figura respetada de los medios en Norte de Santander: su abuelo, el periodista Anastasio Ramírez Quintero, pionero de la crónica deportiva en la región, fundador del Círculo de Cronistas Deportivos de Norte de Santander, hoy conocido como Acord. Siga leyendo: Gobernación de Bolívar se pronuncia por homicidio del ingeniero Diego Morillo