La tarde del 10 de julio de 2024, la mayoría de los colombianos estábamos pegados al televisor viendo el partido de la Selección contra Uruguay, en una fecha decisiva de la Copa América. Pero Gabriela Vega tenía otra tarea: terminar de mudarse a un nuevo apartamento.
Durante varios meses vivió en la última planta de una residencia de tres pisos en el barrio 13 de Junio, en Cartagena de Indias. Sin embargo, debía terminar el trasteo ese día, porque al siguiente uno de sus dos hijos cumplía años y quería celebrarlo en su nueva casa.
Gabriela estaba por acabar; solamente faltaba una varilla de aluminio usada para instalar sus cortinas; entonces la agarró y, cuando intentaba bajarla por las escaleras externas, la varilla hizo contacto con un cable de alta tensión.
“Sentí cómo la descarga eléctrica me elevó del piso y me lanzó hacia la calle. Caí de cabeza desde unos 12 metros de altura; mi cara quedó contra el suelo de arena y piedras, y comenzó a salir sangre de mi nariz, oídos y boca. En medio de ese caos, recuerdo que le hablé a Dios, le pedí que me salvara, que él era el único que lo podía hacer”, contó Gabriela, de 33 años, nacida en Córdoba y residente en Cartagena desde hace más de 16 años. Lea: Video: 2 capturados en salvaje saqueo a ‘mula’ que se varó en Zambrano
Los vecinos escucharon el fuerte impacto y salieron a ayudarla. La escena era terrible y nadie sabía qué hacer. Gabriela estaba bocabajo, con los ojos abiertos y la mirada perdida, rodeada por un charco de sangre, pero seguía viva. Para muchos, ya no pertenecía a este mundo; incluso para los médicos que la atendieron en un primer momento.

“Los doctores reunieron a mi familia y les dijeron que no había mucho que hacer por mí, pero que me iban a someter a una cirugía en la cabeza. Durante la operación, podía sufrir entre tres y cinco paros cardíacos y morir. Luego entré en coma inducido, que, según los médicos, podía durar una semana o incluso meses”, señaló en medio de un asombro que aún no supera.
La chef y comerciante dejó boquiabierto al cuerpo médico al no presentar una sola complicación durante las siete horas que duró la cirugía, y al despertar apenas 24 horas después de haber entrado en un coma que pudo prolongarse por meses.
Gabriela recibió una descarga de 13.000 voltios, suficiente para acabar con su vida al instante. La potente corriente entró por un brazo y salió por uno de sus pies. Le recorrió el cuerpo y provocó una fractura en su pelvis, pero milagrosamente no afectó órganos vitales. Los galenos todavía no comprenden esto.
Estuvo un mes hospitalizada y durante ese tiempo cuenta que le pasó de todo, pero su recuperación fue extrañamente rápida. “Me iban a amputar el dedo por donde me salió la descarga eléctrica, pero de la nada este se fue recuperando, al igual que la fractura en mi pelvis, que, según, me dejaría caminando mal. Tengo una cicatriz en el cerebro; sin embargo no tengo mayores secuelas, solo una leve dificultad para hablar, pérdida auditiva en uno de mis oídos y otras cuestiones cognitivas, pero son cosas mínimas para lo que me pasó porque vencí tres veces la muerte”, sostiene.

Gabriela camina con normalidad y administra un negocio en el barrio Olaya Herrera. Realiza actividades físicas y ora con mayor frecuencia porque para ella lo que le sucedió le dio un sentido mayor a su vida y a la forma de aprovecharla. “Dios me salvó. Ese día que me operaron la cabeza, cuando estaba sola en mi habitación, una persona hermosa, vestida de blanco, se me acercó y me dijo que no tuviera miedo. Estoy segura de que Dios actuó en mí; de que soy su hija querida, con la que tiene el propósito de demostrar que él sí existe”, afirma.
La mujer ahora cuenta a todos lo que vivió en menos de un año y afirma que aferrarse a su fe la salvó. “Yo caí de un tercer piso y de cabeza, nadie entiende cómo no me fracturé un solo hueso, porque la fractura de la pelvis fue por la corriente de energía y la de mi cerebro fue por la cirugía”, contó. Lea: ¿Quién era Seneidy Martínez? Revelan detalles de la líder asesinada
También se asombra hasta el punto de llorar: “Saber que yo me estaba quemando por dentro... Luego de salir del hospital, la boca me sabía a humo, a quemado. El agua y todo lo que comía tenía un sabor distinto. Me quedaron cicatrices en el cuerpo porque me estaba calcinando. Aún tengo pesadillas con ese día”.
Han pasado ocho meses y ya le creció el cabello que tanto quería y que le quitaron para hacerle la cirugía. Actualmente asiste a controles y con diferentes especialidades como psicología, ortopedia, neurología, dermatología y cirugía plástica, entre otras.

Está agradecida con los médicos, pero no piensa lo mismo de la Fiscalía, dado que ella y sus abogados consideraron que hubo negligencia en las investigaciones de su caso. “El cable de alta tensión no tenía ninguna señalización o advertencia; además, estaba ubicado en un sitio inadecuado, era un peligro constante del que no tenía conocimiento. Son dos errores, uno de la empresa Afinia y otro de la arrendataria”, explica.
Añade: “La Fiscalía archivó mi caso porque no han vuelto a investigar y yo quiero que lo hagan para que esto no le pase a otra persona. Que los cables con voltajes elevados estén lejos de las edificaciones o, por lo menos, cuenten con señalización y protección”.
Gabriela está decidida a contar su historia donde sea necesario y a quien necesite una voz de aliento. Asegura que, tanto física como espiritualmente, ya no es la misma. Ahora tiene un propósito de vida y una fortaleza que solo nace al renacer de las cenizas.=