No viven juntos y no hablan con frecuencia, pero de vez en cuando se comunican para ponerse al tanto de todo lo que pasa en los días en los que no están en contacto. Por eso, en la mañana del martes, Rafael Martínez agarra su teléfono y marca el número de su hijo Brando José Martínez Rojano.
Tienen tres meses sin hablar y hay muchas cosas por contar, pero ambos quedan con las ganas de saber cómo va la vida de cada uno. Brando nunca contesta las llamadas y a Rafael le parece extraño.
Rafael sigue en sus actividades y deja correr el tiempo, con la esperanza de que le regrese la llamada. Algo que nunca ocurre, porque mientras intenta comunicarse con su hijo, él -Brando- es ingresado a la morgue de Medicina Legal, en Zaragocilla, como NN.
Ese martes encuentran el cadáver de Martínez en una zona llena de hojas y palos secos del corregimiento de Arroyo Grande, en la Vía del Mar. Al muchacho lo asesinan de un balazo en la frente y lo abandonan, llevándose su celular.
“Yo me enteré en la tarde y aún así le volví a marcar al celular. Abrían la llamada, pero nadie hablaba. Fue lo único que se le llevaron porque la billetera la dejó en la casa de la tía”, dice Rafael, ayer en la mañana, en las afueras del Instituto Forense. El hombre indica que no tiene idea de por qué su hijo portaba un cuchillo en la pretina del jean.
Brando llega hace tres meses al corregimiento de Arroyo Grande proveniente del municipio de Calamar, de donde era oriundo, para pasar una temporada en la casa de una de sus tías. En ese tiempo no se muestra preocupado por nada, ni manifiesta tener líos con alguien.
