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Sucesos

¿Qué pasó con la mujer procesada por hombre muerto a cuchilladas en un motel de Cartagena?

Ana Rocha Castro era la única que estaba con Javier Martínez Martínez cuando ocurrieron los hechos. Eso la convierte en la única testigo y principal sospechosa de la muerte.

¿Qué pasó con la mujer procesada por hombre muerto a cuchilladas en un motel de Cartagena?

Ana Rocha Castro era la única que estaba con Javier Martínez Martínez cuando ocurrieron los hechos. Eso la convierte en la única testigo y principal sospechosa de la muerte.

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Su madurez para asumir y sobrellevar las cargas que no la dejan estar tranquila se nota con cada palabra que dice, pero al mismo tiempo se evidencia su dolor y su indignación.

Está informada. Ha leído y se ha esmerado por conocer todos los detalles que debe tener en cuenta para que no le vulneren sus derechos como víctima. En ese proceso, sin querer, no ha sacado el espacio para vivir su duelo, para sanar la herida que cada día que pasa parece más difícil de curar.

Cindy Martínez Martínez tiene 30 años y en los últimos 20 meses no ha sabido qué es volver a sentirse plena. Después del 3 de marzo de 2017, sus días y sus noches no son las mismas. Por más que se esfuerza por continuar su vida personal y profesional hay algo que no sale de su mente: justicia.

Ese día, hace un año y ocho meses, a su papá, Javier Martínez Martínez, lo hallaron muerto en una de las habitaciones de un motel en el barrio Las Palmeras y la única testigo y principal sospechosa es Ana Margarita Rocha Castro.

Esa mujer con quien Javier sostenía una relación afectiva asegura no haberlo asesinado a cuchilladas, pero Cindy duda mucho de esa versión y se aferra a las pruebas que hay del caso, empezando por el dictamen final entregado por Medicina Legal.

La cantidad de lesiones en el cuerpo hacen que la historia de Ana pierda credibilidad. Sin embargo, ella -Ana- repite una y otra vez: “me atacó y se suicidó”.

Rocha Castro se mantiene en su postura y se declara inocente una y otra vez, pero para librarse de una pena de por lo menos 30 años de prisión, su defensa solicitó un preacuerdo, en dos oportunidades, en el que ella aceptaría haber terminado con la vida de Javier en medio de un “exceso de legítima defensa”.

Según ella, esa vez, Martínez la acuchilló primero en el brazo derecho y luego se agredió a sí mismo.

¿Cómo puedo confiar?

A Cindy, todo el proceso en contra de Ana la hace sentir desgastada.

“Las audiencias las aplazaron cuatro o cinco veces porque Ana no se presentaba. Decía que temía por su vida. Dijo muchas veces que nosotros la perseguíamos y eso no es cierto. Se agarró de un video que le hice una vez en un parque para mostrar que ella estaba muy tranquila, y empezó a decir que yo la insulté y le dije de todo”, cuenta Cindy.

Sin embargo, en otras ocasiones, delante del juez y el fiscal, Ana ha manifestado su intención de acercarse a la familia de Javier para pedirles perdón.

“Entonces se está contradiciendo. Si nosotros, se supone que somos quienes la perseguimos, con qué ganas va a querer pedirnos perdón”, agrega Cindy.

La hija de Javier asegura que para lograr hacer la acusación en contra de Ana Rocha se llena de paciencia por la cantidad de veces que se cancelan las diligencias judiciales.

Un preacuerdo

“El caso está ahora en etapa preparatoria, para determinar qué pruebas de la Fiscalía y la defensa se van a llevar al juicio oral. El abogado de Ana presentó muchas pruebas y se tuvo que suspender para ver cuáles tener en cuenta. Mi apoderado solicitó que el día que se fueran a reunir le avisaran para él también dar sus aportes, pero nunca lo llamaron y no decidieron qué pruebas llevar, sino que resolvieron un preacuerdo”, explica Cindy, quien expresa también que rechaza esos términos.

La mujer asegura que de ser aceptado el preacuerdo, Ana estaría pagando una condena de ocho años, lo que para ella es “algo irrisorio” . Asevera que le negaron su derecho a ser escuchada.

“Fui muchas veces a la oficina de la fiscal y me dijo que lo que tuviera que decir sobre el preacuerdo que lo dijera en la audiencia”, recuerda. Pero cuando hace el intento, según ella, la fiscal responde que no tiene nada que escuchar de los familiares de Javier. Con eso, la decepción de Cindy aumenta.

“Encontré barreras con la fiscal. Una resistencia. No entiendo por qué si con la pruebas que tiene la Fiscalía pueden ganar el caso, están negociando. La necropsia da todos los detalles. No puedo decir cuál es la cifra exacta de las lesiones porque es mejor no entorpecer el proceso´, pero fueron demasiadas y es muy difícil que alguien que quiera suicidarse logre hacerse tantas. Siempre llega un momento en el que su instinto de supervivencia lo hace parar”.

Decenas de cuchilladas

Aunque Cindy se niega a revelar los detalles de la necropsia, el año pasado, se supo que son más de 30 las heridas que le causan la muerte a Javier. Las cortadas eran evidentes en espalda, rostro, abdomen, pecho, piernas y cuello.

“Con todo esto, me siento desesperada. Me parece una burla. Siento que no he tenido mi duelo. Yo sola me he encargado de todo. Mi papá y yo teníamos una muy buena relación. Creo que mi carácter es el mismo de él. Estoy segura de que fue un crimen pasional. Quiero la verdad. Eso es lo único que me interesa de la reparación”, expresa la mujer.

La historia

Ana y Cindy nunca han sido amigas. “Siempre tuvimos una relación cordial. No es como ella quiere mostrar. Como si hubiésemos compartido muchas veces. Yo soy muy cercana a mi abuela y me la encontré en varias ocasiones, ella vive a una cuadra de ahí, en el barrio El Paraguay. Eso es algo que me intranquiliza un poco. Quién me garantiza a mí que cuando ella pague esa condena de ocho años, que podría ser menos, no va a agredir a mi abuela por rabia”, dice Cindy.

Durante el tiempo en el que ella es consciente de que Javier y Ana sostienen una relación, Cindy ve comportamientos extraños de parte de la hoy señalada. Solo después de la muerte de Martínez, empieza a atar cabos y a ver con más claridad lo que antes quiso ignorar.

“Ella sabía todos los movimientos de mi abuela. Las citas, las medicinas, todo. Yo era la que estaba pendiente de eso, pero en dos ocasiones me salió trabajo en otras ciudades y no pude seguir. Entonces Ana aprovechó eso. Llevaba a mi abuela a cobrar su pensión y pensé que era para agradar a mi papá”, cuenta.

Además de eso, Ana intentó acercarse a Cindy, hablándole de su relación con Javier, pero ella le puso distancia y le dijo que no se podía meter en eso. Que eran cosas que hacían parte de la vida privada de su papá.

Sin embargo, Ana lo intentó otras veces y recibió la misma respuesta. “Mi abuelita me dijo que mi papá quería que se alejara de Ana, pero le dijo que lo hiciera despacio. Creo que mi papá estaba desconfiando de ella”.

“Llamé dos veces”

“El día de la muerte de mi papá, mi tío fue a mi casa y fue extraño. Él nunca se quedaba para hablar conmigo. Quería preguntarme si sabía algo de mi papá. Me preocupé, pero pensé que estaba enfermo y no quería decir nada. Me conseguí el fijo de Ana y hablé con su hijo menor. Me dijo que ella estaba en una cita médica.

“Después volví a llamar y contestó su hija mayor. Le pedí que si sabían algo de mi papá, que me avisaran. Al rato, mi hermana me dijo que vio una noticia y que salía el nombre de los dos. De Ana y de mi papá”. Casa por cárcel

Ana Rocha fue llevada el 3 de marzo de 2017 a la Clínica Madre Bernarda. Allí le curaron las heridas en el brazo derecho y permaneció bajo custodia. Después, un juez le dictó medida de casa por cárcel y permanece en su residencia, en el barrio Nuevo Paraguay.

La víctima

Javier Martínez tenía 51 años, trabajaba en la parte administrativa de una empresa y estudiaba psicología. La última vez que Cindy se vió y habló con su papá fue el 22 de febrero de 2017, en el cumpleaños de su abuela, con quien vivía el fallecido.

Javier Martínez Martínez, muerto a cuchilladas en un motel.
Javier Martínez Martínez, muerto a cuchilladas en un motel.
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