La anemia continúa siendo uno de los problemas de salud más extendidos entre las mujeres en América Latina, especialmente en edad fértil. Aunque suele asociarse con “cansancio” o “debilidad”, el doctor Mario Merchán advierte que se trata de una condición compleja, subdiagnosticada y con múltiples consecuencias físicas, emocionales y sociales. En países como Colombia, más del 30% de las mujeres jóvenes presenta algún grado de anemia, según datos de organismos de salud, una cifra que evidencia un problema persistente y aún subestimado.

El Dr. Mario Merchán es médico cirujano de la Pontificia Universidad Javeriana y MBA de la Universidad Rey Juan Carlos. Cuenta con más de 15 años de experiencia en la industria farmacéutica, incluidos 10 en Procter & Gamble Health, donde actualmente se desempeña como Senior Manager de Medical Affairs. También es uno de los voceros de la campaña “Una Colombia sin Anemia / Colombianas de Hierro”, desde la cual aporta su experiencia para sensibilizar sobre la deficiencia de hierro y la anemia, y su impacto en mujeres, gestantes, niños y personas mayores, en el marco de la iniciativa de P&G Health.
La anemia afecta la calidad de vida de las mujeres
Desde el punto de vista médico, la anemia ocurre cuando el organismo no tiene suficientes glóbulos rojos o no produce la cantidad adecuada de hemoglobina, la proteína encargada de transportar oxígeno a los tejidos. Cuando esto ocurre, el cuerpo funciona a medias: el cerebro recibe menos oxígeno, los músculos se fatigan con mayor facilidad y el sistema inmunológico pierde eficiencia. En las mujeres, los factores de riesgo son más específicos y frecuentes.
El Dr. Merchán explica que las mujeres son biológicamente más propensas a desarrollar anemia debido a la pérdida de sangre mensual durante la menstruación. “Cuando las reglas son abundantes o existen trastornos como el sangrado uterino anormal, la probabilidad aumenta significativamente”, señala. A esto se suma el embarazo, etapa en la que el cuerpo requiere mayores reservas de hierro para sostener el crecimiento del bebé y la expansión del volumen sanguíneo. Si la alimentación es pobre en nutrientes o no se cumplen los controles prenatales, la anemia aparece con facilidad y puede poner en riesgo tanto a la madre como al feto.

El problema, explica el doctor, es que la anemia avanza sin hacer ruido. “Sus síntomas —cansancio extremo, falta de aire, dolores de cabeza, palidez o caída del cabello— suelen confundirse con estrés, falta de sueño o jornadas laborales exigentes. Esa similitud hace que muchas mujeres normalicen señales de alerta y demoren años en consultar”, afirma. Solo cuando la fatiga limita actividades básicas como subir escaleras, concentrarse en el trabajo o cumplir tareas domésticas, buscan atención médica.
El diagnóstico tampoco es sencillo. Aunque un hemograma básico puede detectar niveles bajos de hemoglobina, determinar la causa requiere pruebas adicionales: estudios de hierro, ferritina, vitamina B12, folatos e incluso ecografías ginecológicas para descartar trastornos hormonales. En zonas rurales o contextos con acceso limitado a los servicios de salud, estos exámenes son poco frecuentes, lo que contribuye a que miles de casos permanezcan sin identificar. Además, muchas mujeres reciben suplementos sin un estudio completo, lo que a veces alivia el síntoma, pero no aborda la raíz del problema.
El experto hace especial énfasis en que las complicaciones no deben subestimarse. La anemia limita la productividad, afecta el estado de ánimo, disminuye la capacidad de aprendizaje y puede generar problemas cardiovasculares cuando se vuelve severa. Durante el embarazo, aumenta el riesgo de parto prematuro, bajo peso al nacer e infecciones. En adolescentes, impacta directamente el desarrollo físico y cognitivo. A nivel social, provoca ausentismo laboral y escolar, reduce la calidad de vida y perpetúa de forma silenciosa distintas desigualdades.
Los especialistas insisten en que la prevención es la herramienta más poderosa. Incorporar alimentos ricos en hierro —como carnes magras, espinaca, legumbres, lentejas, huevos y cereales fortificados—, acompañarlos de vitamina C para mejorar la absorción y evitar el consumo de café o té justo después de las comidas puede marcar una diferencia. Sin embargo, recuerdan que la nutrición no soluciona los casos derivados de problemas ginecológicos o genéticos y que la automedicación puede ser contraproducente.
La anemia sigue siendo un reto de salud pública que exige educación, acceso a diagnóstico oportuno y un enfoque integral que reconozca las particularidades del cuerpo femenino. Entender que no es “solo cansancio”, sino un desequilibrio profundo del organismo, es el primer paso para combatir una condición que continúa afectando silenciosamente a millones de mujeres en la región.

