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Salud

Perder un bebé: una historia de dolor profundo y amor eterno

4:30 de la madrugada, un silencio abrumador, tu cuerpo sin vida, fuera de mí. Una semana después sonrío. Ante los ojos del mundo no ha pasado nada, para mí, lo he perdido todo.

Perder un bebé: una historia de dolor profundo y amor eterno

Perder un bebé: una historia de dolor profundo y amor eterno. //Foto: ilustración.

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A mi Gabito, el amor de mamá.

¿Cómo se ve el dolor? ¿De qué color es? ¿A qué sabe? ¿A qué huele? ¿Cómo suena? ¿Cómo lo distingo a simple vista?

Su color

Es gris, es magenta y verdecito esperanza. Es azul o rosa, como las pruebas de embarazo y la verdad que te dan, de lo que anhelas o lo que no. Para mí, un sí con dudas que llegó a inicios de septiembre. Una rayita marcada y otra no tanto, una llamada a una amiga y la certeza de que mi cuerpo gestaba a mi segundo hijo.

La maravilla de la ilusión, la duda de cuándo contarlo, el abrazo de mi esposo y la esperanza de que en medio del caos, incluso en medio de la tristeza más grande, puede florecer el amor y la vida, como las imágenes que muestran florecitas que revientan el cemento y emergen, incluso en medio de lo improbable.

Su olor

A dulcecito de esa torta de zanahoria que fue mi antojo por unos meses, a un gel frío que cubría mi vientre y que tenía esa mezcla de mentica y alcohol, a sala de espera en la EPS.

Sin saberlo, me até a ti con una fuerza nunca antes vista, te veía como mi salvavidas, como mi amuleto para seguir creyendo que es posible la felicidad, pero aún así te perdí, mi cuerpo te soltó, te solté…”.

A una cita que califiqué como “miedosa” y que superó mis expectativas siendo tenebrosa. Una noticia que por alguna razón se revelaba en mis sueños y que yo me negaba a entender, pero que llegó.

Entendí por qué mi corazón me impulsaba a pedirte una y otra vez que te agarraras fuerte y que mamá haría el resto. Huele a llanto, a sal.

Su sabor

Desagradable, seco, ácido. Sabe a todo lo que no quiero probar, a la angustia de la espera, al sinsabor de la pérdida, de la despedida anticipada, o a tiempo, aún no sé.

Sabe a desasosiego, a una desgarradora sensación de que lo perdiste todo. Al drama de ver cómo se despedía lo que deseabas.

Pasan los días y no dejo de pensarte, estás en mis sueños, en las canciones que tarareo, e incluso en la sonrisa que tuve que impostar para volver, para seguir.”

Como cuando te ofrecen un postre y piensas en él todo el día, preparas tu paladar para saborear las mieles de la vida, y de repente, una fuerza te arrastra hasta el suelo, te tira, te sacude, te destroza y terminas con la boca empapada de un sabor amargo y desabrido.

Su sonido

Suena a tus latidos fuertes, llenos de vida, suena a las olas del mar y a la canción que rápidamente elegí para decirte día a día cuán amado y deseado eras, suena a mi llanto desgarrador pero aún así contenido, a mi deseo y mi fe en que te quedaras conmigo, que me permitieras ser tu mamá más allá de ese instante, porque eras mi única gran esperanza de un nuevo inicio.

Perder un bebé: una historia de dolor profundo y amor eterno. //Foto: cortesía.
Perder un bebé: una historia de dolor profundo y amor eterno. //Foto: cortesía.

Sin saberlo, me até a ti con una fuerza nunca antes vista, te veía como mi salvavidas, como mi amuleto para seguir creyendo que es posible la felicidad, pero aún así te perdí, mi cuerpo te soltó, te solté…

Entonces comenzó a sonar a melancolía, a silencios, a las canciones que ahora buscaba para reconfortar el dolor que sentía mi corazón, suenas a tristeza profunda…

Así se ve

A oscuridad. A dolores de parto anticipados. A las condolencias de todo el mundo. A los “te entiendo” que sé que no entienden. A ti, fuera de mí, a tus manitos y piecitos perfectamente formados, a tus ojitos inertes, a tu ombliguito que se conectaba a mí.

A la soledad de saberte tan mío, pero aún así tener que soltarte…

Pasan los días y no dejo de pensarte, estás en mis sueños, en las canciones que tarareo, e incluso en la sonrisa que tuve que impostar para volver, para seguir.

Recuerdo haber salido a peinarme unos días después de perderte, me sentí culpable, ¿cómo puedo seguir la vida después de ti? La gente dirá que no me doliste tanto cuando en realidad estoy devastada…

Mi dolor no se ve. Su olor, sensación, está restringida para mí, tu mamá, siempre, por la eternidad.

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