La vida humana se basa en los aprendizajes acumulados a lo largo de los años. Los japoneses han cultivado y alcanzado una sociedad disciplinada gracias a los principios que guían su estilo de vida. Uno de estos conceptos es “shoshin”, una invitación a conservar la mente de principiante frente a la vida. Este concepto tiene como objetivo que los prejuicios no gobiernen la forma de pensar y actuar, y mantener la capacidad de asombro y aprendizaje.
Se dice que el término fue popularizado por el monje Shunryu Suzuki en 1970, a través de su libro Zen Mind, Beginner’s Mind. Sin embargo, este es un concepto universal y que es definido en las sociedades occidentales como ‘mirar con ojos de niño’. Aun cuando la persona tiene una gran cantidad de conocimientos sobre un tema, debe existir la consciencia de que todavía hay mucho que aprender a través de diferentes métodos.
El bienestar emocional genera calma y tranquilidad. Suzuki explica que la “soberbia de los expertos” es una idea opuesta al resultado que buscamos y provoca una falta de humildad, capaz de devorar la empatía. Por lo que recomienda tener los sentidos abiertos para lograr experimentar los beneficios de una mente curiosa y fortalecer la interacción con los demás.
Aprender de los errores es una oportunidad de adquirir nuevos conocimientos que serán un factor diferencial ante lo común, tanto en el mundo académico como en el laboral y personal. Este concepto también ataca los pensamientos de insuficiencia y desesperanza.

Explorar nuevas actividades o sumergirte en una experiencia gastronómica diferente, trabaja el sentido de pertenencia, compromiso y seguridad. La base del ‘shoshin’ es tener la disposición de aceptar que el conocimiento es infinito y la capacidad de aprendizaje es ilimitada. Generar debate sobre lo ya establecido es el primer paso para conocer las diversas concepciones de las personas sin desestimar sus opiniones.
Saber escuchar y cuestionar ayuda a la construcción de mejores relaciones y vínculos más fuertes en una comunidad.