Diversos estudios, entre ellos el denominado ‘Espacios verdes y azules y salud mental’ de la Organización Mundial de la Salud (OMS), demuestran que el contacto con la naturaleza mejora significativamente el estado de ánimo, la forma de pensar y la salud mental de las personas. Los investigadores demuestran que la exposición a bosques, parques, jardines o costas puede mitigar el impacto psicológico, favorecer el desempeño de la actividad física y mejora la oportunidad de interacción social “para relajarse y dejar atrás el estrés cotidiano”.
Desde otro punto de vista, la bióloga Katia Hueso, profesora en la Universidad Pontificia de Comillas, asegura que algunas formas de vida vegetal, animal y microbiológica son fuente de sustancias terapéuticas, que contribuye a cuidar nuestra salud física y mental a través de sus factores inanimados. Lea: Herramientas para enfrentar la ansiedad cuando se sale de control

La consultora en medioambiente y sostenibilidad, expone que los elementos ‘abióticos’, aquellos componentes de un ecosistema que no tienen vida como el aire, el agua, el suelo y diversas formas de energía, funcionan como vacunas o antídotos de la naturaleza contra los llamados ‘males del siglo XXI’, como el estrés y la ansiedad, causados por el estilo de vida, la presión del trabajo o los estudios, el omnipresente ruido, el agobiante tráfico, las prisas para todo, el acoso de las redes sociales, la publicidad, el sobreconsumo, entre otros. Lea: Laura Vanesza revela cómo convivir con un trastorno de ansiedad
Katia Hueso propone unas sencillas prácticas para aplicar en nuestra vida cotidiana y aprovechar cuatro elementos abióticos:
- Energía: el poder de silencio.
- Aire: la caricia del viento.
- Agua: la ducha consciente.
- Suelo: un contacto sanador.
Ante esta tesis, Marc Berman, neurocientífico especializado en medio ambiente y profesor de la Universidad de Chicago, explica que los beneficios se derivan, como propone la teoría de la restauración de la atención, al alivio de la fatiga mental y mejora la capacidad de concentración. “Los humanos tenemos dos tipos de atención: la atención dirigida, que es la que usamos en el trabajo y es el tipo de atención que es fatigable o agotable, y la atención involuntaria, que es captada automáticamente por cosas interesantes en el entorno y no es fatigable”.
Además de mejorar tu atención, el pasar tiempo en la naturaleza puede provocar lo que se denomina “fascinación suave”, una experiencia que no es sinónimo de amenazas, que es interesante pero no requiere toda tu atención. Por lo que, “tu mente puede divagar y puedes pensar en cosas al mismo tiempo. Cuando la gente está en la naturaleza, tiende a pensar en temas relacionados con la espiritualidad y su viaje vital”, afirma Berman. Lea: Burnout en cuidadores: señales de alerta para prevenir el agotamiento
Otra explicación de por qué la naturaleza tiene un efecto casi medicinal sobre la mente y el cuerpo es la llamada hipótesis de la biofilia, que sugiere que los humanos tienen un deseo innato de conectar con la naturaleza y otras formas de vida.
Los elementos ‘abióticos’ funcionan como vacunas o antídotos contra los llamados ‘males del siglo XXI’.
“Lo que es especialmente prometedor es lo dinámico que es el impacto del aire libre en nuestro cerebro. Incluso si la naturaleza no ha formado parte de la vida de alguien, nunca es tarde para añadir experiencias de naturaleza a tu vida para mejorar el bienestar”. Lea: ¿Qué le hizo la pandemia a los cerebros de los jóvenes?
Entre las recomendaciones está llevar elementos verdes a su casa y obtener beneficios similares, dice Eileen Anderson, antropóloga médica y psicológica y profesora de bioética en la Facultad de Medicina de la Universidad Case Western Reserve de Estados Unidos. Para ello, puedes incorporar fotografías y cuadros de escenas de la naturaleza. Del mismo modo, puedes traer aromas del mundo natural al interior, con flores fragantes o aceites esenciales como los de lavanda, rosa, limón o romero.