Desengancharse del azúcar puede requerir de fuerza de voluntad pero no es imposible. Para ayudarnos a conseguir este objetivo, la profesora de Estudios de Ciencias de la Salud de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Diana Díaz Rizzolo, compartió algunos consejos para empezar por diferenciar el azúcar bueno del que no lo es.
Señala que la clave para poder hacerlo es la palabra “añadido”, ya que el que está naturalmente presente en los alimentos “nunca deberá ser una fuente de preocupación” en la población general. Por ejemplo, en frutas y verduras, pero también en todo tipo de fuente de carbohidratos como legumbres, cereales y derivados. Lea: El consumo de bebidas azucaradas aumentó al menos un 16 % desde 1990
“Cualquier tipo de azúcar añadido es el que debe estar en el foco de nuestra preocupación y la preocupación es que la persona que escucha esa palabra o la lee entiende que implica la acción de añadir proactivamente algo. Lo que pasa es que no es la realidad. Muchas veces son productos que o no son dulces o no sabemos identificar el azúcar que contiene”, asegura la experta.
Los riesgos
El consumo de azúcares añadidos puede provocar infinidad de problemas de salud: sobrepeso u obesidad, aumento de triglicéridos y problemas de hígado graso, caries dentales, resistencia a la insulina o diabetes tipo 2. A su vez, esta última puede causar enfermedades cardíacas variadas. Lea: Bebidas azucaradas: los riesgos por los que debes reducir su consumo
¿Qué ocurre en nuestro cerebro cuando consumimos azúcar? Que segrega dopamina, pero tras su consumo, ocurre una bajada tan abrupta de esta hormona, que el cerebro quiere volver a ese estado de felicidad y quiere más.
Una dificultad añadida es leer las etiquetas de los productos por el tamaño de la letra. ¿Y en qué debemos fijarnos a la hora de interpretarlas? Éste, para Díaz Rizzolo, es uno de los grandes retos de las políticas nutricionales porque “muchas veces se pone trabajo extra al consumidor” cuando, a su juicio, “realmente es un trabajo que deberían hacer las entidades gubernamentales con políticas mucho más duras, por ejemplo”.
3 consejos clave
1. Ojo a los otros nombres
Uno de los consejos que resalta la profesora de la UOC es la importancia de conocer bajo qué otros nombres se oculta el azúcar.
“Los más utilizados serían la panela, el jarabe de cualquier cosa como de ágave o arce, la miel, la melaza, la maltosa, la maltodextrina, glucosa o cualquier concentrado de cualquier tipo de fruta también es igual a azúcar”, apunta.
2. Limita al máximo el consumo
Otra recomendación para reducir la ingesta de azúcar de la experta es consumir el máximo posible de productos frescos y que una mínima parte sean procesados y como consumo muy ocasional o nulo, los ultraprocesados. Lea: OMS recomienda aumentar los impuestos al alcohol y las bebidas azucaradas
Todo ello porque con la ingesta de frutas, verduras, cereales y legumbres se llega a los requerimientos máximos de azúcar diario, por lo cual, “el azúcar añadido siempre deberá ser el valor más cercano a cero posible”.
La experta dice esto porque “muchas veces perpetuamos una conducta o un estilo de alimentación en el que no hemos reparado”.
3. No disfraces un alimento con azúcar
La experta aconseja además evitar disfrazar con azúcar un alimento que no nos gusta.
“Si yo necesito añadirle azúcar a las fresas o a la naranja para poder comérmela es que igual no me gustan esas frutas. Entonces deja de consumir un producto que no te gusta su sabor natural, porque primero de todo, recordemos que no existe ningún alimento que por sí solo sea indispensable”, recalca.
Es decir, podemos dejar de consumir un alimento y no nos va pasar absolutamente nada. “Si dejamos de consumir un grupo de alimentos ya será otro problema”, añade.
También destaca la importancia de perpetuar los buenos hábitos en casa, sobre todo de cara a los más pequeños, de forma que aprendan las buenas costumbres alimentarias.