Aquella mañana de enero, una infortunada seguidilla de hechos estalló en una profunda y abrumadora crisis que puso a toda la familia de Juana María Pallares Bolívar ‘contra el suelo’. Lo que comenzó como un dolor de estómago para su hija María Ángel Puertas Pallares, de 7 años, asomó rápidamente las luces de una tragedia a sus vidas.
La pequeña “nunca se había enfermado”, según comenta su mamá, pero el 31 de diciembre del año pasado, unos síntomas extraños comenzaron a aparecer. “Yo pensé que era por una salchipapa que se había comido y le compré unos medicamentos”, recuerda. (Lea también: Cuida lo que más amas: que la pólvora no dañe tu Navidad)
Sin embargo, contrario a mejorar, todo empeoró estrepitosamente. “El 1 de enero, en la madrugada, la niña tenía dolores más fuertes. Comenzó a decir incoherencias. Entonces la llevé hasta el puesto de salud”, refiere.
“Los médicos me preguntaban si, de pronto, yo había echado algún veneno, pero obviamente no, en mi casa no se utiliza eso. En eso, la niña comenzó a presentar lunares de sangre en la piel”, añade Juana. Su estado grave requirió una remisión a un hospital de mayor nivel.
Los análisis de sangre mostraban alteraciones en el hígado de la pequeña y en otras enzimas. Todo apuntaba a una intoxicación y, para ese punto, sus órganos empezaron a fallar, pero los médicos desconocían a ciencia cierta el origen. En solo horas, la pequeña María Ángel empeoró tanto que los especialistas vaticinaban lo peor.
Con la ayuda de una sicóloga, la niña confesó el origen de sus repentinos males: una ‘amiguita’ le había dado a comer triquitraque. El peligroso elemento de pólvora estaba en el organismo de la pequeña y, entonces, los médicos emprendieron una frenética carrera por su vida.
Nulas esperanzas
Tan grave estaba la salud de María Ángel que requirió otro traslado. “La llevaron a Barranquilla. Allá se agravó. Comenzó a sangrar por oído, boca y nariz, tuvo un derrame. Del 100%, tenía un 20% de probabilidades de vida. Por su gravedad, la intubaron y la sometieron a un coma inducido”, explica Juana. “A los dos días llamaron al papá, que tenía que estar allá, porque la niña no sobreviviría, tenía los órganos muy dañados. Por eso, hasta me pusieron siquiatra”, añade.
“El 5 de enero mi mamá se empezó a mover y, a través de Coosalud, la EPS a la que está afiliada, nos autorizaron muy rápido el traslado de inmediato en un avión ambulancia a Bogotá. Llegó y enseguida la metieron en UCI, en la Clínica Cardioinfantil. Tenía 15% de probabilidades de vida, lo único que le estaba funcionando era un riñón y el corazón, que se le estaba intentando parar también”, cuenta. (También le puede interesar: 5 recomendaciones para evitar que un “trago amargo” sea el último de su vida)
Un nuevo hígado
Entonces, la carrera contrarreloj por María Ángel se enfocó en un trasplante para la niña, cuyo hígado se dañó por ingerir el triquitraque, elemento potencialmente letal para el organismo, porque contiene fósforo blanco.
“Jugamos contra el tiempo. Salí compatible y me ingresaron a cirugía. El 6 de enero fue el trasplante. Todo fue muy rápido”, agrega Juana.
“La niña intentó ponerse mal, pero, gracias a Dios, los médicos supieron estabilizarla. Aguantó la cirugía. Luego, se hinchó por el cambio del hígado, se puso negra, moradísima, se puso amarilla. Tenía infinidad de aparatos conectados, sentía que ya no iba a salir eso, pero se fue recuperando, iba dando pasos gigantes. No tuvo ningún proceso neuronal, a los 15 días la pasaron a una habitación, los primeros días de marzo le dieron de alta y ahora sigue en controles médicos”, afirma.
Juana recuerda las tantas veces que le advirtió a su hija, y a sus amiguitos, no jugar con pólvora o con triquitraque, eso que siempre optó por no comprarle y que, aún así, ‘estalló’, pero de otra forma, una más silenciosa que causó graves estragos en su cuerpo, tan o más delicados como los que pueden ocasionar las quemaduras. Hoy, la mujer está agradecida con Dios y con los médicos por haber salvado a su niña de aquella situación que desea nunca se repita con ningún otro pequeño.
“Con la gestión de la EPS todo fue muy rápido, el traslado, el trasplante y, ahora, mi hija recibe todos sus medicamentos y controles cuando tiene que viajar a Bogotá, todo sin contratiempos. Yo creo que sí existen los milagros. Esto fue algo increíble. Fue espectacular volverle a dar la vida a mi hija y, si tengo que volver a hacerlo por un hijo mío, lo hago”, puntualizó Juana.
Aquí, cinco consejos, por parte de Coosalud EPS, para evitar accidentes relacionados con pólvora:
- Evite que los niños manipulen artefactos pirotécnicos: no permita que los niños jueguen con fósforos, velas o encendedores, ya que esto puede causar lesiones, quemaduras y poner en riesgo sus vidas.
- Restringir el acceso a áreas donde se manipulan objetos pirotécnicos: evite que los niños estén cerca de lugares donde se van a encender fuegos artificiales o manipular pólvora.
- No almacene pólvora en casa. Evite guardar artefactos pirotécnicos en su hogar. Además, mantenga sustancias inflamables fuera del alcance de los niños y en lugares seguros.
- Tome consciencia sobre el fósforo blanco: en Colombia, el fósforo blanco se utiliza en los juegos pirotécnicos durante las festividades navideñas. La ingestión accidental de este elemento puede ser letal, con tasas de mortalidad que oscilan entre el 20 % y el 50 %, según datos nacionales.
- Atención médica oportuna: en caso de lesiones o quemaduras, la atención médica temprana es crucial. La prevención sigue siendo la estrategia más efectiva.