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Salud

La envidia, un sentimiento complejo y dañino

Existe un dolor psíquico de la persona envidiosa y, paradójicamente, cuantas más ayudas reciba esta del envidiado, más ganas de eliminarle tendrá. Análisis desde la psicología.

La envidia, un sentimiento complejo y dañino

Aunque lo niegue, el envidioso siente dolor y se lastima profundamente a sí mismo.

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La envidia es un sentimiento/emoción en el que existe un dolor psíquico de la persona que lo padece, al compararse con alguna persona cercana.

Generalmente, pueden ser pertenencias aunque también se puede dar en relación a atributos personales.

La psicología ha encontrado diferentes cuestiones dentro de la “psique” del envidioso.

En primer lugar destaca que se siente desdichado o apesadumbrado por la fortuna o el bienestar de sus personas próximas. No existe la capacidad de aceptar pequeñas diferencias con los demás. Se sabe que una gran desigualdad produce fascinación pero una pequeña diferencia en las personas que piensas como iguales a ti, produce envidia. (Le puede interesar: Una ‘enfermedad’ llamada envidia)

Existiendo un sesgo cognitivo en el que se minusvalora los esfuerzos del envidiado por haber conseguido un mayor crecimiento. No obstante, en ese no tolerar la diferencia con el otro, puede ser que se envidie incluso el tener menos: menos beneficios, menos hijos...

La diferencia entre celos y envidia, es clara. El celoso quiere lo que otro tiene. En la envidia hay más agresividad, se quiere que no lo tenga, no lo disfrute. Querría destruirlo.

Paradójicamente, cuantos más favores o ayudas reciba el envidioso del envidiado, más agresividad y ganas de eliminarle tendrá.

En el mundo griego se representaba la envidia como una mujer con mirada torcida y la cabeza coronada con serpientes simbolizando sus perversas ideas.

Además en cada mano lleva un reptil, uno que inoculaba el veneno a la gente mientras el otro se mordía la cola, mostrando el daño que el envidioso se hace a sí mismo.

Un trabajo de un grupo de psicólogos israelíes analizó en juegos interactivos de azar que muchos jugadores incluso cuando perdían dinero estaban contentos si el competidor perdía aún más. Sintiendo “una alegría envidiosa” ante la dificultad del compañero. La derrota del rival era más celebrada que el propio éxito.

No se puede acabar con la envidia pero si la detectamos en cada uno de nosotros, la podremos limitar o reconducir hacia la admiración participando de la “prosperidad” del amigo.

Por otro lado, si estamos frente a envidiosos, podemos no exhibir ciertas actitudes o bienes que fomenten este sentimiento dañino.

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