Dar sabor, ayudar a limpiar y preservar, son algunos de los usos que habitualmente se le dan a la sal.
No obstante, a muchos les ha sido restringida luego de haberles detectado patologías como hipertensión u otras generalmente relacionadas con el corazón, mientras las campañas para disminuir su consumo en el mundo son enormes y participan en ellas los entes más importantes de salud, entre ellos la Organización Mundial de la Salud, OMS.
Pero, muchos todavía guardan dudas sobre si es necesario trabajar en pro de la disminución en la ingesta de sal y sobre qué tanto influye ésta en la aparición de diferentes enfermedades.
Sobre este tema, habla para El Universal Natalia Olivares, licenciada en Nutrición y editora- redactora principal del portal electrónico www.nutricionsinmas.com
“Los organismos de salud suelen recomendar ingerir, al día, alrededor de tres cuartos de una cuchara de té ó 3,75 gramos de sal (1500 miligramos de sodio) y jamás sobrepasar los seis gramos (una cucharada entera de té ó 2 mil 300 miligramos de sodio)”. Esto porque, “generalmente se cree que el consumo elevado de sal hace subir la presión sanguínea y la posibilidad de sufrir problemas cardiovasculares”, explica.
Apoyada en esto, la misma OMS ha recomendado en varias ocasiones reducir la ingesta de sodio para reducir la tensión arterial y el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y cardiopatía coronaria en adultos.
Beneficios con precaución
Pero como todo alimento, la sal también tiene sus beneficios que se pueden disfrutar con precauciones, es decir, sin excesos, teniendo en cuenta que todo lo que se consume en cantidades de más, puede tener consecuencias aún siendo de proveniencia natural.
Para dejarlo explícito, Natalia Olivares manifiesta la composición de la sal y lo que hace cada elemento de ello en los procesos del organismo humano.
“La sal está integrada por sodio (40 % por peso) y cloruro (60 % por peso). El sodio enlaza el agua dentro del organismo y, así, mantiene los fluidos intra y extra celulares en el balance adecuado. Con ayuda del potasio, sostiene los gradientes eléctricos en las membranas celulares, función esencial para la transmisión de impulsos nerviosos y la contracción muscular”, dice.
“Mientras mayor cantidad de sodio haya en el torrente sanguíneo, más agua enlazará. Y se cree que por eso el exceso de sodio hace elevar la presión”, añade. Según Olivares, “si esto sucede el corazón trabaja más, y las arterias y varios órganos sufren presión extra. El corazón y los riñones no están exentos de esto, por lo cual la tensión sanguínea elevada es un factor de riesgo en relación a las enfermedades cardiovasculares y el fallo renal”.
No se trata de eliminarla
Pero tampoco se trata de no consumir sal nunca más, a menos que ya exista una indicación médica de que debe hacerlo.
“Si se examinan científicamente los efectos de recortar el sodio sobre posibles enfermedades, en lugar de examinar marcadores aislados, no se encuentran efectos significativos”. Además, “la ingesta reducida de sal podría causar efectos adversos”.
La Licenciada en Nutrición señala algunas razones por las que dejar de consumir sal también puede ser perjudicial.
“Consumir menos sodio puede elevar el colesterol LDL y los triglicéridos, además de la resistencia a la insulina, que aporta al desarrollo de obesidad, diabetes y síndrome metabólico. También podría elevar la mortalidad en personas con diabetes tipo 2 y causar, en atletas, hiponatremia (una muy peligrosa deficiencia de sodio)”.
“Si el médico recomienda limitar la ingesta de sodio (sal) por alguna razón, el paciente debe hacerlo sin dudar. Pero las personas con buena salud no deberían preocuparse. Lo ideal es intentar mantenerse a mitad de camino: tanto el consumo elevado de sodio como su deficiencia pueden ser dañinos”, puntualiza.
Así las cosas, no olvide lo que reza el dicho, “ni mucho que queme al santo, ni poco que no lo alumbre”, y consuma con precaución sin tomar medidas extremas.
