Con su ‘tumbao’ natural Gustavo Díaz Naar bajaba desde los cerros del barrio Puerto Rico de Lorica y se sentaba en la terraza del Batazo, establecimiento comercial, a gozarse la vida y a hacer reír a todo el que pasara por el lugar.
Siempre andaba con un pantalón mocho, remendado, un suéter viejo y unos zapatos llenos de 4 huecos. Su aspecto no era el de un vulgar ladrón, tampoco era el de un mendigo normal. Ese fue nada menos y nada más el hombre que inspiró al desaparecido escritor David Sánchez Juliao a crear uno de sus personajes más iluestres: El Flecha.
A todos les pedía un “milagro de Dios”, o sea mil pesos en su lenguaje pintoresco y divertido. Sin importarle el que dirán, hecho que algunos confundían con locura, se agarraba sus genitales y estiraba la otra mano para pedir el dinero con el que se sustentaba.
Tenía una gran versatilidad para hablar al revés. Recitaba la obra Changó, el gran putas, de Manuel Zapata Olivella, pero lo hacía al revés. Fue el dueño del Tuqui-Tuqui, el bar que inmortalizó Sánchez Juliao.
Naar estudió su bachillerato en el colegio La Esperanza de Cartagena. Allí eran enviados los hijos de las familias más acomodadas de la ciudad y en su caso, fue enviado por su padre adoptivo. Vivió en el barrio Chambacú donde aprendió a ver la vida de una manera diferente, donde aprendió a bailar salsa y donde se apropió de un ‘caminao’ que conservó hasta el último día de su vida, era como una especie de ‘tumbao’ que lo caracterizaba.
Ese poeta ya no bajará las colinas. Dijo adiós para siempre al mundo terrenal a sus 70 años, dejando un vacío entre su familia y todos los que le conocieron. Tuvo cinco hijos, la mayor de ellas, Marlin Patricia, de 18 años, fue asesinada en Maracaibo, Venezuela. También tuvo a Gustavo, a quien él mismo apodaba “el Rebúscate”, mototaxista; Cristian, Nataly y Karen.
Una afección respiratoria terminó con la pose de bacán que adoptó tras probar la ‘maracachafa’ en Cartagena. Fue un hombre feliz, en medio de sus dificultades. Fue ilustrado y en la Heroica aprendió el arte de la escritura y la poesía. Fue entrañable amigo de David Sánchez Juliao. Lo definió como “su llave sagrada”.Ayer en la tarde fue sepultado, tras ser velado en su casa del barrio ‘Puertorro’, como siempre le llamó. Recibió los homenajes que le hacen a los grandes personajes en Lorica.
El investigador y docente Nicolás Corena lo define como un ser que se nutría de lo popular. “Era un personaje vivo de las narraciones de David Sánchez Juliao y también encarnó al barman que atendía en el bar El Tuqui- Tuqui. Era un poeta innato, con un vocabulario popular”, dice el investigador, quien recordó cada uno de los periplos que tuvo con el escritor Manuel Zapata Olivella.
Por su parte, Luis Mora, uno de sus amigos entrañables, lo definió como un ser excepcional y único. “Estampó la jerga del loriquero a través de los escritores. Fue quien les dio la facultad para poder escribir hechos cotidianos y simpáticos”, dijo.Destacó su capacidad para levantarse como el Ave Fénix, después de haber tenido grandes oportunidades de estudio. Lo definió como un personaje mancondiano, populista e inovidable.
