De aquel ranchón de madera y palma, ubicado en San Sebastián, en el cual el maestro David Sánchez Juliao se inspiraba para escribir las historias míticas de su natal Lorica, o para sacar el encanto de personajes tan originales y desparpajados como el Pachanga, solo quedan cenizas.
Nadie sabe cómo se inició el fuego en el sitio de descanso del desaparecido escritor.
Sin embargo, del rancho no quedó nada. Fue absolutamente consumido por las llamas que devoraron sin contemplación alguna parte de la historia de uno de los hombres con mayor magia en su pluma.
De acuerdo con lo señalado por el comandante del Cuerpo de Bomberos de Lorica, José Vicente Polo Gaviria, una de las hipótesis es que el incendio pudo ser causado por manos criminales porque en un mismo día se registraron dos conflagraciones.
La primera fue a las siete de la mañana y pese a que San Sebastián está distante a 10 minutos del casco urbano, los bomberos lograron controlar el fuego. Pero cuatro horas después nuevamente fue incendiado y esa vez ya los hombres del Cuerpo de Bomberos no pudieron hacer nada para evitar la fulminación de la casa de Sánchez Juliao.
A la comunidad de Lorica se le hace bastante extraño el hecho, porque el incendio se registró justo un día después de que su hija Paloma hubiera vendido la propiedad de su familia.
El oficial de bomberos dijo que la situación es un tanto crítica en Lorica porque tienen que atender en promedio seis emergencias, la mayoría de ellas ocasionadas por manos inescrupulosas.
Advirtió que pese a que hay un decreto que prohibe las quemas en la localidad, la comunidad sigue prendiendo fuego y poniendo en riesgo la integridad de los habitantes de Lorica, tal y como ha ocurrido con la casa donde el desaparecido escritor David Sánchez se inspiró durante largos años de su vida.
Para él no había un lugar mejor cuando llegaba a su tierra que irse a la zona rural a inspirarse en medio del silencio y la tranquilidad de la región.
La casa estaba abandonada hace cerca de un año, un poco antes de la muerte del escritor. No tenía agua potable y tampoco luz eléctrica, era un remanso en el que Sánchez Juliao escribía historias que trascendían las fronteras de la tierra.
