En el otro extremo del departamento de Bolívar, en el sur, una tierra marcada por la violencia y las heridas que el conflicto armado ha dejado en la memoria de sus habitantes, ha brotado una semilla de esperanza. Se trata de la Fundación Línea Subterránea, la cual lleva más de una década transformando a San Pablo con el poder del arte urbano, la cultura popular y el activismo juvenil. En sus muros, en sus calles y en sus voces, esta comunidad se reinventa cada año para contar sus propias historias.
Durante mi visita al municipio, Yesid Beltran, uno de los integrantes y actual presidente de la fundación, me mostró con orgullo el resultado de años de trabajo colectivo. “Aquí no había nada, y ahora hay algo. Y eso algo tiene vida, tiene color y tiene mensaje”, dijo mientras recorríamos una de las calles principales de este municipio a orillas del Río Magdalena, ahora convertida en una galería a cielo abierto.
Esta fundación nació de las manos de jóvenes artistas locales que decidieron enfrentar el abandono estatal con latas de aerosol, cámaras, versos y tambores. Su principal proyecto es el Festival de Arte y Cultura Urbana Memorias en el Olvido, que desde hace cuatro años convierte a San Pablo en epicentro de muralismo, hip-hop, poesía, danza y memoria histórica. Es una apuesta por resignificar el territorio y construir paz desde la expresión. Lee también: San Pablo, Bolívar: un pueblo que transforma y dignifica su historia a través del arte.

Una fiesta por la vida
“Todo lo que ves aquí —los murales, los talleres, los procesos— lo hemos hecho con las uñas”, cuenta Yesid. Y no exagera. La fundación gestiona el festival de forma autogestionada, apoyada en alianzas con la Unión Europea, algunas fundaciones locales, donaciones comunitarias y una red creciente de artistas nacionales e internacionales que llegan hasta este municipio apartado del departamento para dejar su huella.
En nuestra charla entre calles y murales llenos de color, me contó que cada edición tiene una temática que conecta con la identidad y los desafíos del municipio: fauna y flora local, leyendas ribereñas o el desplazamiento forzado que ha marcado generaciones. A través del arte, estas historias se transforman en murales, canciones, fotografías, performances y narrativas que le devuelven dignidad a la comunidad.
“Hay murales que hablan del río, del pescador, de las madres cabeza de hogar, de la memoria colectiva. No solo embellecen el pueblo, también lo empoderan”, explica Yesid mientras señala uno de estos: un mural que retrata a una familia desplazándose por el río.

Más que un festival
El impacto va más allá del arte en las paredes. Línea Subterránea desarrolla procesos formativos continuos con jóvenes y niños en áreas como graffiti, fotografía, video comunitario, escritura creativa y educación ambiental. “Nuestro sueño es crear una escuela de arte alternativo para que los muchachos puedan formarse en lo que les gusta: audiovisual, muralismo, rap, animación. Cosas que no se enseñan en las casas de cultura convencionales”, dice Yesid.
A pesar de los múltiples desafíos logísticos y financieros, la comunidad recibe con entusiasmo cada edición del festival. “La gente se pelea para que pintemos sus casas. Nos piden retratos de sus seres queridos. La alegría es contagiosa”, agregó.
La resistencia pintada con aerosol
San Pablo es un municipio de difícil acceso. Para llegar desde Cartagena se necesitan más de 14 horas de viaje, atravesando trochas, ferris y chalupas. Aun así, artistas de ciudades como Bucaramanga, Barrancabermeja, Ibagué e incluso México han dicho sí a la invitación de Línea Subterránea. La fundación asume el hospedaje, la alimentación y los materiales. Los artistas solo deben traer lo esencial: su arte y su compromiso.
Aunque han recibido algunos apoyos puntuales de la Gobernación de Bolívar y de la cooperación internacional, el acompañamiento del Estado ha sido mínimo. “Hemos escrito a convocatorias del Ministerio de las Culturas y no hemos sido seleccionados. Por eso queremos contar nuestras historias, para que sepan que aquí también se construye país”, afirma Yesid.
Y vaya que lo hacen. Lo que comenzó como una iniciativa juvenil hoy es un movimiento cultural que disputa el relato sobre San Pablo, demostrando que no todo es violencia, que también hay creación, resistencia y belleza. Que también hay futuro.

Turismo con identidad
La apuesta de esta fundación también busca convertir a este municipio en un destino turístico alternativo. Con cada mural, con cada intervención, se configura una ruta visual que cuenta historias del territorio, permitiendo a visitantes locales y foráneos conectar con su riqueza cultural y humana. “Queremos que vengan a recorrer estas calles, que escuchen las historias detrás de cada obra, que coman en los negocios del pueblo. Eso también es desarrollo”, dice Yesid.
Este año, la temática del festival será el realismo mágico de Gabriel García Márquez, una narrativa perfecta para un pueblo que ha aprendido a florecer entre el barro y la esperanza.
