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Bolívar

San Pablo, Bolívar: un pueblo que transforma y dignifica su historia a través del arte

Una población alejada del departamento que se niega al olvido. Su gente busca reivindicar su historia y cambiar la percepción que se ha tenido por muchos años.

San Pablo, Bolívar: un pueblo que transforma y dignifica su historia a través del arte

Sin embargo, más allá hay vida, hay memoria, y sobre todo, hay personas que cada día luchan por salir adelante.

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Cuando se habla del sur del departamento de Bolívar, muchos piensan de inmediato en el conflicto y la violencia. Es cierto, estos dos factores han marcado parte de la historia de este territorio. Sin embargo, más allá hay vida, hay memoria, y sobre todo, hay personas que cada día luchan por salir adelante. Hombres y mujeres que trabajan por transformar la imagen que por años ha prevalecido en los titulares, demostrando que esta comunidad está llena de gente valiente, perseverante y dispuesta a cambiar su destino. Personas que no se rinden y que, con esfuerzo, buscan construir un futuro distinto.

Por ellos, recorrer San Pablo, Bolívar, fue una revelación. Llegué con dudas y pocas expectativas, marcada por lo que había leído, escuchado o asumido sobre este municipio ribereño. Para llegar, el trayecto es largo: unas 14 a 16 horas por carretera desde el norte del departamento, desde la ciudad de Cartagena. Pero lo más peculiar del viaje es que no se puede llegar directamente por vía terrestre. Desde Aguachica, en el Cesar, hay que avanzar hasta Puerto Wilches, Santander, y tomar un ferry que cruza el río Magdalena. Es en ese cruce, de unos 40 minutos, donde comienza a cambiar la mirada. El paisaje fluvial impone respeto. El Magdalena es grande, sereno y denso, como la historia que arrastra este territorio.

Al llegar, todo lo que imaginaba se desdibujó. Las calles estaban llenas de gente que vende, que saluda, que conversa. En la plaza principal, los árboles dan sombra a un espacio donde convergen jóvenes, mujeres con niños, vendedores ambulantes y un murmullo constante de vida cotidiana.Este no es un pueblo quieto, y mucho menos apagado. Es, más bien, un lugar donde las personas decidieron tomar el color y la cultura para cambiar su historia. Lee también: Un viaje a Palenque: donde la historia no se cuenta, se vive.

Plaza principal del municipio de San Pablo, Bolívar.
Plaza principal del municipio de San Pablo, Bolívar.

Arte que narra y dignifica

Uno de los elementos más impactantes del municipio son sus murales. Basta con caminar unas cuantas cuadras para encontrar paredes enteras convertidas en lienzos. Allí se retratan mujeres, hombres con machete y sombrero, animales propios de la zona, palmeras, peces, flores. Cada mural cuenta algo, y sobre todo, rescata una identidad, su identidad. Fue en medio de esas calles justo en la plaza principal donde conocí a Yesid Beltrán, fotógrafo, gestor cultural y promotor del arte urbano. Caminó conmigo sin afán, señalándome los lugares donde se han dado procesos de transformación a través del arte. “Aquí la pintura no es solo decoración”, me explicó. “Es una manera de decirle a la gente que hay otra versión de este pueblo que vale la pena conocer”.

La gente de este territorio son resilientes // Luis Alberto "Ríos".
La gente de este territorio son resilientes // Luis Alberto "Ríos".

Con él recorrí barrios enteros donde los muros han sido resignificados. Algunos están hechos por colectivos juveniles, otros por artistas invitados, y algunos más por niños del municipio que participan en talleres culturales. Hay calles que parecen galerías al aire libre. Murales que confrontan la historia, pero que también la abrazan. Hay un mural gigante en el cual está plasmado el rostro de un abuelo “aquí todos quieren que retratemos el rostro de su familiar en las fachadas, nos buscan, nos proponen los lugar” me dice, mientras seguimos avanzando entre calles.

Uno de los espacios que más me conmovió fue una pequeña fundación cultural que trabaja con niños y jóvenes en la formación musical. En ella, se enseñan ritmos tradicionales como la tambora. En aquel lugar, comprendí que en San Pablo, la cultura no es una actividad de fin de semana: es un tejido que se cultiva todos los días para no desaparecer.

“Con la cultura también se puede sanar”, me dijo el director José Camacho, quien lleva la vocería del lugar y además trabaja en pro para que a las mujeres que se dedican a este arte puedan ser reconocidas como maestras, sabedoras. “Aquí hay jóvenes que vivieron cosas muy duras, pero cuando tocan, cuando bailan, cuando se sienten parte de algo, todo empieza a cambiar”. Y lo vi. Vi cómo una comunidad que fue por mucho tiempo invisibilizada, hoy se está narrando a sí misma con orgullo, con alegría y con mucha determinación.

La personas en este municipio son echadas para adelante, no conocen los peros.
La personas en este municipio son echadas para adelante, no conocen los peros.

Un territorio resiliente

La resiliencia de este municipio bolivarense está en cada rincón: en las mujeres que hacen empanadas desde las cinco de la mañana para sostener a sus familias; en los jóvenes que busca reivindicar sus historia a través del arte; en los pescadores que aún enseñan a lanzar la atarraya al ritmo de las corrientes del Magdalena. Está en los que se fueron y han regresado, en los que nunca se fueron y se niegan a cederle el territorio al miedo.

San Pablo, Bolívar, no es solo un municipio del sur. Es un territorio que se está levantando con pinceles, con tambores, con historias propias. Es un lugar donde el arte no solo decora, sino que repara. Donde la cultura no es un lujo, sino una herramienta para la dignidad. Es un pueblo que merece ser contado desde la vida, no solo desde la tragedia. Y yo, que llegué con prejuicios, me fui con gratitud. Porque en San Pablo encontré mucho más que una parada en un viaje: encontré un espejo donde muchas regiones del país podrían mirarse para entender que, incluso en los rincones más golpeados, florece la esperanza.

Esta fundación promueve la enseñanza y valora el trabajo de las maestras de este género tradicional como lo es la tambora.
Esta fundación promueve la enseñanza y valora el trabajo de las maestras de este género tradicional como lo es la tambora.

Con la Gobernación de Bolívar en cabeza del gobernador Yamil Arana tuve la oportunidad de llegar hasta el lugar, recorrer y conocer de primera mano todos los proyectos y avances que se están llevando a cabo en esta zona que por muchos años ha estado apartada y que en la actualidad, está siendo puesta en el ojo público proyectándose así, como una potencia turística en el departamento de Bolívar. Lee también: Museo de Galerazamba, un recorrido imperdible por la historia precolombina.

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