Durante más de 10 años, la vereda Pincho, ubicada a dos horas del casco urbano del municipio de Puerto Rico Tiquisio, sur de Bolívar, convivió con una infraestructura escolar en ruinas.
La escuela anterior se volvió inutilizable por el deterioro y el abandono estatal, lo que obligó a trasladar a los niños a un espacio improvisado, apenas un poco mejor.
Sin embargo, el problema persistía para los estudiantes y cuerpo docente. La comunidad alegaba que no contaban con un aula adecuada, segura y digna. Lea también: La apuesta por transformar la educación en Cartagena y Bolívar

Ante la falta de respuestas institucionales, los habitantes de Pincho decidieron no esperar más.
Liderados por el concejal Kendy Donado, también líder social, los vecinos de la vereda se organizaron para construir una nueva escuela desde cero, sin financiación oficial al inicio y apelando al trabajo colectivo.

La nueva escuelita en la vereda Pincho
Para la comunidad, este proyecto se convirtió en una solución práctica ante una necesidad evidente: garantizar el derecho a la educación para cerca de 20 niños de la zona.
La construcción fue posible gracias a la recolección de materiales entre los mismos residentes, a donaciones voluntarias y al aporte en mano de obra de decenas de personas.

Cada familia contribuyó con lo que tenía: cemento, madera, tiempo, trabajo físico. No hubo contratistas ni convocatorias oficiales. Según la comunidad, fue una obra nacida desde la base social.
“Hoy celebramos una victoria de todos. Esta escuela es el reflejo de lo que se puede lograr cuando trabajamos juntos, sin esperar nada a cambio. Nuestro compromiso es seguir caminando de la mano con las comunidades que más lo necesitan, siempre”, señaló Donado durante la inauguración del nuevo espacio.
El esfuerzo local también logró llamar la atención del alcalde de Tiquisio, Neil Cantillo Núñez, quien aportó con algunos recursos propios para completar la obra, debido a la urgente necesidad.

Inauguración de la escuelita en la vereda Pincho
Esta semana, los residentes celebraron la nueva infraestructura, donde hubo aplausos, sonrisas y palabras sentidas de los asistentes, dejando claro que este logro fue de todos.
“Qué bonita nuestra escuela. Me gusta porque nuestros vecinos hicieron todo lo posible para que quedara así. Ahora vamos a estudiar más motivados”, dijo uno de los pequeños estudiantes.
Los residentes señalaron que este proyecto se convirtió en un verdadero ejemplo de trabajo comunitario.

Aunque aún hay necesidades pendientes, como conexión a internet y dotación tecnológica, los habitantes valoran el paso importante que han dado hacia una educación más digna.
Por ahora, los niños ya pueden estudiar bajo un techo, gracias al compromiso de sus vecinos. Le puede interesar: Arranca la construcción del megacolegio en Turbana
Y aunque no hay placas con nombres ni inauguraciones oficiales a gran escala, en esta vereda saben que han construido más que una escuela: han sentado las bases para exigir futuro.