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Verónica, la mujer de Evitar, en Mahates, que vive en un mundo de silencio

Verónica Sánchez, quien vive en el corregimiento de Evitar, en Mahates, padece una discapacidad mental y es víctima del conflicto armado. Su madre aún lucha por la reparación.

Verónica, la mujer de Evitar, en Mahates, que vive en un mundo de silencio

Glisenia Herrera junto a su hija, Verónica Sánchez. // Julio Castaño - El Universal

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Las balas acabaron con la vida de cuatro hombres a la medianoche del 22 de noviembre de 1999 en el corregimiento de Evitar, zona rural del municipio de Mahates. A esa misma hora y tal vez por coincidencia, bajo el techo de un humilde cuarto y acostada en una cama de resortes, una joven de 14 años convulsionaba. Su mamá luchaba para sacarla del trance.

La joven era Verónica Sánchez Herrera, una de las huérfanas por causa de las acciones de los grupos al margen de la ley que operaban en la zona. La incursión cegó la vida de su padre, Inilberto Sánchez y de Winston Jiménez, Daniel Muñiz y Bartolo Sánchez, otros habitantes de la población. Le puede interesar: Evitar, una historia como de película

Hoy, Verónica tiene 39 años y vive en un mundo de silencio por el diagnóstico de discapacidad mental y cognitiva que padece. Insistentemente pide su comida, no tiene idea del mundo exterior ni conoce las razones por las cuales algunas veces ha salido sin rumbo a la calle. Los vecinos que la conocen desde niña la estiman y se encargan de que eso no ocurra cuando su madre, Glisenia Herrera, se ocupa en otras labores.

Ella habita la casa de sus abuelos maternos, la cual cuenta con tres habitaciones de paredes carcomidas por la humedad, goteras en el techo y puertas deterioradas. No tiene un piso de cemento y todos los días lidia con el humo del fogón de leña en el que preparan los alimentos. El calor hace efecto y no tiene un ventilador para apaciguarlo. Lo peor es que cuando llueve la inundación es el dolor de cabeza para su familia.

Verónica Sánchez. // Julio Castaño - El Universal
Verónica Sánchez. // Julio Castaño - El Universal

Glisenia cree que la discapacidad de Verónica le sobrevino por un alto grado de fiebre cuando tenía seis meses de nacida. Un médico del pueblo ordenó internarla en la Casa del Niño, en Cartagena, donde le diagnosticaron tal condición.

Le recomendaron terapias físicas, de fonoaudiología y el uso de zapatos ortopédicos, pero por la falta de recursos económicos no le fue posible atender las sugerencias médicas. Actualmente sus medicamentos y atención especializada están a cargo de la EPS Mutual Ser.

Una noche de dolor

La madre de Verónica nació en Evitar hace 63 años. Tiene tres hijos y los otros dos le ayudan a sobrevivir. Recuerda que para 1999 vivía en casa de sus padres y que esa medianoche del 22 de noviembre aún estaba despierta porque Verónica, minutos antes, tuvo un cuadro de convulsiones.

Glisenia Herrera. // Julio Castaño - El Universal
Glisenia Herrera. // Julio Castaño - El Universal

“Pareciera que las convulsiones eran el presagio de una tragedia, en una de esas sentí que se me moría y al mismo instante se escucharon unos estallidos parecidos a disparos de escopetas que alteraban la tranquilidad y la paz en Evitar. Unos 10 minutos después se revolucionó el pueblo. Desde la ventana vi a la gente corriendo de un lado para otro, mientras que otros gritaban y lloraban porque se trataba de una masacre que silenció la vida de cuatro personas. Me quedé encerrada y abrazando a mi hija, temí que le fuera a pasar algo dado el diagnóstico que tenía. Yo no sabía quiénes eran los muertos, después llegaron varios vecinos, me tocaron la puerta, salí y me dijeron quienes eran. Esa noticia hizo derramar lágrimas a todo un pueblo que todavía los recuerda. Ellos eran buenas personas, todos trabajaban en la agricultura y la ganadería”, dijo.

Una lucha por sus derechos

Para Glisenia todo lo que pasó en esos días fue de confusión, luego hubo pronunciamientos de las autoridades sobre los autores del acto violento. Según la Fiscalía, el hecho fue atribuido al Bloque Montes de María de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

A ella le tocó realizar todo tipo de trámites en busca de una reparación. Entregó declaraciones a los organismos competentes y aportó las pruebas, pero dice que aún no hay respuestas.

Solo hasta 2015 fue emitida una resolución por parte de la Unidad de Víctimas para que ella y su grupo familiar fueran reparados por el homicidio de Inilberto Sánchez, sin embargo dice que aún le ponen trabas.

“A pesar de que tengo todos los documentos que he aportado, siento que me están bailando el indio. Ya han pasado 24 años desde la muerte violenta del padre de mi hija y van 9 desde que me reconocieron los derechos. Todavía me están poniendo trabas. Espero que me ayuden con esto, no sé a dónde más me toca ir. Estoy que me vuelvo loca porque no todas las veces hay para comer. Ojalá desde la Alcaldía o la Gobernación me puedan ayudar”, concluyó Glisenia.

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