Abrazada por los departamentos de Sucre, Antioquia y Bolívar se encuentra la Serranía de San Lucas, lugar en el que habita una comunidad unida en torno a los valores del respeto, la honestidad, la tolerancia y, sobre todo, una fervorosa creencia en el poder transformador de la educación.
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Dos mil pobladores, entre niños, niñas, jóvenes y adultos, conviven en San Lucas en sana paz, construyendo un futuro mejor para sus nuevas generaciones.
Más de 16 horas se tarda en llegar a San Lucas, desde Cartagena. Uno de los recorridos posibles, vía terrestre, incluye el paso por Barranquilla, Aguachica (Cesar), hasta Gamarra (Cesar).
Desde allí se viaja en chalupa a través del río Magdalena, durante hora y media, hasta el Cerro de Burgos, donde se sigue por carretera hasta Santa Rosa del Sur (Bolívar), mientras se cruzan los dedos para que el terreno esté seco y la subida a la montaña sea accesible. El recorrido posterior es de dos horas que pese al cansancio se van volando si el viajero se dispone y disfruta del verde de la montaña, las caídas de agua, los matices del cielo y sus majestuosos paisajes.
Al llegar a San Lucas se respira alegría, se siente como en casa. Gente sonriente que saluda y te acoge como si te conociera de toda la vida. Gente cordial, cercana, amable y orgullosa de esta tierra, reconocida por su producción agrícola y minera.
Caminando cuesta arriba, entre casitas de colores de impecables fachadas, está el núcleo de la comunidad: la Institución Educativa San Lucas, que en sus 17 sedes, repartidas en los corregimientos de San José, Arrayanes, Santa Isabel, San Pedro Frío (ubicado en el punto más alto del departamento de Bolívar) y las veredas San Antonio, La Granja, La Cabaña, El Paraíso, La Serranía, La Torera, La Paz, San Luquitas, Mina Chocó, Mina Mocha, Mina Caracolito y Mina Pista, atiende a 1.317 niños y niñas de esta zona.
Salones de colores, perfectamente aseados, donde cuelgan marionetas y carteles con mensajes inspiradores; baños en perfecto estado, paredes limpias y libres de rayones; senderos y árboles frutales, hacen parte de una escuela en la todos caben, hasta “Amarillo”, el perrito de la profe de preescolar que todo el mundo conoce, cuida y alimenta, con el mismo esmero con el que se protegen entre sí, en su comunidad.

Y es que hablar de la escuela de San Lucas como el corazón de este corregimiento no es una exageración. Para esta población, el colegio es el “órgano vital” que desempeña funciones fundamentales para su desarrollo.
Le “bombea” a sus estudiantes ganas de aprender y los “impulsa” a sacar su mejor versión, potenciando sus aptitudes y destrezas, para que “fluyan” y alcancen sus metas y sueños.
Les enseña a “adaptarse” a las necesidades del entorno en diferentes situaciones y les suministra las herramientas necesarias para que aporten a la sociedad, poniendo el bien común siempre por encima del beneficio individual.
Para Verónica Monterrosa, secretaria de Educación Departamental, el caso de San Lucas se destaca entre todas las instituciones educativas de Bolívar por su admirable sentido de pertenencia y la visión compartida sobre la importancia de la educación y su impacto en el desarrollo integral de los niños y niñas.
“Es por eso que llegar hasta aquí ha sido un sueño cumplido para mí y el equipo de la SED Bolívar. Ver en persona las prácticas pedagógicas de esta institución educativa superó todas nuestras expectativas. No es una escuela perfecta solo porque tiene su infraestructura en excelentes condiciones o porque es plácido sentarse en el jardín diseñado por la misma comunidad para que todo el que llegue se sienta como en casa, sino porque aquí se puede ver la participación de cada uno de los actores que tiene una comunidad educativa: padres, profesores y estudiantes, concentrados en un mismo interés, la educación de sus niñas y niños”, asegura Monterrosa, quien en su última Ruta de la Educación llegó hasta San Lucas.

La diferencia en San Lucas, escuela que por años ha estado entre las 10 mejores de Bolívar, está enmarcada por el compromiso activo de los padres en los procesos educativos de sus hijos.
“Aquí existe una fuerte colaboración entre la escuela y los padres de familia, fomentamos la comunicación abierta y establecemos relaciones de confianza. Como ejemplo de ello tenemos el ‘mandato’ que es una orden o instrucción oficial que se da tras habernos reunido con toda la comunidad educativa (padres, profesores y estudiantes) para la toma de decisiones en torno al colegio: una jornada de limpieza, la recolección de fondos, actividades culturales, etc.”, cuenta Manuel Fernando Herrera Mendoza, rector de la IE San Lucas, quien hace 17 años, a través de un concurso de méritos, llegó a la Serranía y se enamoró de la tierra y la gente que lo inspira a ser cada día mejor en el desempeño de su labor.
Para el profe Manuel otra característica importante de San Lucas es el compromiso y el respeto que su gente conserva por los maestros. “Este es un lugar en el que se valora nuestra profesión, por eso todos nuestros profesores se esmeran para dejar huella en los chicos y la comunidad.

En San Lucas no tenemos celador. Toda nuestras sedes están dotadas con televisores, tabletas, computadores, fotocopiadoras y en los 17 años que llevo aquí nunca ha habido un robo ni se ha perdido nada, porque la gente cuida lo que le pertenece y este colegio es de los niños y de la comunidad”, asegura Manuel, que se ha destacado por su liderazgo.
En el Foro Educativo Departamental del 2022, organizado por la Secretaría de Educación de Bolívar, la IE San Lucas fue reconocida por sus iniciativas encaminadas a la generación de paz y cultura, que alejan a los niños y jóvenes de la incursión en cultivos ilícitos, grupos armados o la minería ilegal, situaciones comunes en esta zona del país.

Por más retiradas que se encuentren, Manuel y su equipo de coordinadores docentes acompañan un plan de visitas anuales a los profesores a cargo de cada una de sus sedes, esos que como ellos le han entregado alma, vida y corazón a la escuela de San Lucas y se mantienen por vocación en un territorio hermoso, pero que a diario los reta a superarse para cumplir con el propósito de un verdadero maestro: inspirar y motivar a cada uno de sus estudiantes para hacer una diferencia significativa en sus vidas.