Desde que comenzaron las restricciones y los toques de queda para evitar la expansión del coronavirus, las ganancias diarias de Jair Acosta Vega se han reducido a menos de la mitad.
Él es uno de los mototaxistas que permanecen en la plaza principal del municipio de Turbaco, donde también queda la Alcaldía Municipal, cuya atención al público ya no viene siendo tan fluida como en semanas anteriores, cuando la enfermedad no había llegado a Colombia.
Ahora un grupo de personas, provenientes de diferentes barrios, se amontonan a las entradas del palacio de gobierno apelando a la paciencia, mientras los funcionarios ponen en práctica el mandato presidencial de no permitir la aglomeración de personas en los recintos del estamento público.
Algunos de esos acreedores o deudores de la Alcaldía suelen convertirse en pasajeros de Acosta Vega y sus compañeros, a quienes no les queda más remedio que regatear el precio de las carreras, porque los clientes no es que abunden como en otros tiempos.
“Figúrese que una carrera que costaba dos mil pesos, ahora hay que dejarla en mil 500 o en mil, con tal de que no se nos vaya el cliente”, lamentan los mototaxistas, quienes, como Acosta Vega, antes de la emergencia sanitaria solían llevar a sus casas hasta 50 mil pesos de una jornada que arranca desde las 7 de la mañana hasta más allá de las 8 de la noche.
“Ahora lo que llevamos son 20 o 25 mil pesos, si es que la cosa no está tan mala”, replican, y reconocen que la recomendación de que la gente se mantenga en sus casas y el toque de queda decretado por la Gobernación de Bolívar han sido un golpe duro para ellos y para muchos comerciantes, quienes estaban acostumbrados a reunir la ganancia diaria en menos de seis horas por día.
“Pero eso está bien –reconocen--, la gente tiene que cuidarse. Por eso nosotros también andamos con nuestros tapabocas, guantes, gel antibacterial o alcohol, si no alcanza la plata para todo eso”.
Saúl Barrios Castellón, un periodista nativo, quien reside a unas pocas cuadras de la Alcaldía, manifiesta que su gran preocupación, aparte de que el virus victimice a alguno de sus coterráneos, radica en las informaciones falsas que no solo se montan en las redes sociales, sino que sus autores (anónimos, por supuesto) vienen señalando como infectadas a personas que laboran en Cartagena y regresan en la noche a dormir a Turbaco.
“Esa falta de humanidad –señala el comunicador—está sembrando cierto pánico en el municipio, pero también podría poner en peligro a las personas que son sindicadas falsamente; y todo porque algunos laboran en hoteles, discotecas, restaurantes y zonas turísticas de Cartagena. Por eso, los acusadores suponen que deben estar contagiados por el contacto con los extranjeros”.
Una vez se conoció el primer mensaje terrorista, Mónica Jurado, la directora de la Secretaría de Salud de Turbaco, emprendió las respectivas investigaciones y se determinó que ninguno de los turbaqueros que trabajan en el sector turístico cartagenero presenta las características de los infectados con el COVID-19.
A su vez, el secretario de Gobierno, Pedro Romero Rincón, advirtió que las personas que sean descubiertas enviando los susodichos mensajes se exponen a que se les apliquen los 3 o 4 años de cárcel que contempla el Código Penal colombiano, en cuanto a los delitos relacionados con sembrar el pánico en una comunidad.
Tal como en Cartagena, en los principales puntos comerciales de Turbaco, y hasta ciertas horas, suelen verse las aglomeraciones de clientes haciendo fila para entrar, de cuatro en cuatro, a los supermercados, almacenes, farmacias o sedes de Empresas Prestadoras de Salud.
Precisamente, el pasado jueves en la mañana, en una EPS de la localidad estuvo a punto de registrarse una trifulca entre vigilantes y usuarios, por cuenta de las restricciones que solo permiten un máximo de 50 personas en un recinto, mientras que el resto hacía fila bajo el sol encandilado de las diez de la mañana.
Para Carlos Arnedo Porto, un residente de la calle del Tronco y conversador habitual de la Plaza Principal, los turbaqueros aún no se acostumbran a las nuevas medidas, “unos porque, tal vez, no han dimensionado la magnitud de la calamidad; y otros porque no se apresuraron a comprar los guantes, los tapabocas y el gel desde que comenzó a hablarse de la crisis. Ahora no hay en el pueblo. Los comerciantes cierran sus locales temprano y las amas de casa se apuran a comprar víveres en los supermercados, pero la mayoría de la gente anda desprotegida por ahí, como si nada. De pronto, quienes más tienen cuidado son los que deben viajar todos los días a Cartagena, por aquello de que deben montarse en los Transcaribe o entrar en los grandes centros comerciales”.
Pero la preocupación de José Baldiris es otra. Se trata de un exfuncionario de la Alcaldía, quien padece un cáncer en la columna vertebral, por lo cual decidió encerrarse en su vivienda hasta nueva orden. Pero, según él, el oncólogo le comunicó que el encerramiento no le convenía y que debía salir a caminar periódicamente, pero guardando los estrictos cuidados que debe tener un paciente en esos niveles de vulnerabilidad.
Por eso a Baldiris se le ve por la plaza con un tabapocas, unos guantes quirúrgicos y una botella de agua mineral, de las cuales comprar hasta cinco en el día, cosa que él considera un detrimento feroz a su economía, “porque resulta que Turbaco no tiene un servicio de agua eficiente. Son pocos los sectores que gozan de ese privilegio, porque la mayoría son más las veces que tienen que arrear el agua que verla saliendo de sus tuberías domiciliarias”.
En el momento en que Baldiris increpa las falencias con el agua en Turbaco, cerca de la inspección va Atilio Noguera, un vendedor de agua salobre, quien dice comprarla en calle Nueva a 200 pesos el galón y la revende a mil pesos en los barrios de estratos bajos, donde raras veces bombean el agua de las plumas.
De acuerdo con Noguera, el consumo de agua gorda en Turbaco lleva muchos años de existencia, pues con ella se resuelve el lavado de la ropa, de los trastos de cocina, el aseo personal y se le aplica hielo para el consumo humano. “Y en estos momentos es cuando más la compran, porque hay que estarse lavando las manos, para no enfermarse con el ‘coronajoda’ ese que anda por ahí”, comenta el aguatero empujando su carretilla de galones.
Pedro Romero, el secretario de Gobierno, afirma que la Alcaldía ha publicado varios decretos relacionados con la emergencia, los cuales se han acatado a cabalidad, a excepción del toque de queda, que comenzó a regir el pasado miércoles en la noche, con intervención de la Policía, a cuyos agentes les tocó socializar entre los desprevenidos lo que significa una orden de esas. En cuanto a la preocupación por la falta de centros médicos, manifestó que el gerente de la ESE Hospital Local de Turbaco, Germán González Hernández, está haciendo todo lo posible por adecuar algunos espacios en el nuevo recinto, que aún el Municipio no ha recibido.
“La idea, en armonía con la Gobernación de Bolívar, es adaptar unas salas para atender las situaciones que se presenten, tanto en Turbaco como en el resto de Bolívar”, comentó Romero Rincón, y añadió que en los corregimientos Cañaveral, San José de Chiquito y la vereda Aguas Prietas hay inspectores de policía, quienes están pendientes de que se cumplan las restricciones.
Asimismo, la Secretaría de Salud continúa dando a conocer los métodos para prevenir y combatir el coronavirus, mientras que la Secretaría de Educación ya implementó las clases virtuales en los diez colegios turbaqueros, tal como lo indica el ministerio del ramo.


