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La esquina del Mercado Público, el periódico local de Arjona

En la esquina del antiguo Mercado de Arjona, bajo un guayacán, se reúnen ciudadanos para compartir noticias, historias y chismes, convirtiéndola en un punto clave de información local.

La esquina del Mercado Público, el periódico local de Arjona

Mercado público de Arjona // Foto: Julio Castaño-EU

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Datos históricos:

“Si no salió la nota en El Teso, Q’hubo o El Universal, entérate de lo que pasa en Arjona en la esquina del Mercado”. Esa es la expresión que representa a Joaquín ‘el Pisi’ Castro, el mensajero del pueblo que siempre merodea en ese punto desde el amanecer.

En Arjona muchos salen a buscar un lugar para estar actualizados. Algunos van a las tiendas, carnicerías, paraderos de buses, zapaterías, mesas de fritos, peluquerías o en cualquier esquina de venta de tintos, en donde el murmullo algunas veces juega con la veracidad de determinadas noticias.

Uno de los lugares más concurridos es la esquina del antiguo Mercado Público, un árbol de guayacán cubre gran parte de este punto. Allí colocan desde las 4 de la mañana cuatro taburetes y dos bancas, muebles convertidos en testigos fieles de los cuentos, chismes, historias o hechos que suceden día a día en el municipio.

La esquina del Mercado Público está adornada por un hermoso guayacán. // Foto: Julio Castaño EU
La esquina del Mercado Público está adornada por un hermoso guayacán. // Foto: Julio Castaño EU

El emblemático Mercado Público de Arjona cerró sus puertas hace más de 30 años; en su momento tenía pequeños locales comerciales y mesas para expendios de carne. También funcionó el extinto Idema como principal abastecedor de la canasta familiar.

Además de estas actividades, fue el lugar predilecto para los negocios entre ganaderos, jornaleros y campesinos. Allí se reunían para comercializar lotes, reses, cerdos, maíz, yuca, ñame y leche, entre otros. De igual forma, era el punto de ofertas laborales; por ejemplo, si alguien requería a un trabajador, dejaba el mensaje a los comerciantes y estos se encargaban de “rodar la bola” y se lo transmitían a quien lo necesitara. Lo mismo sucedía cuando un jornalero quedaba “varado”: este dejaba un papelito con sus datos personales y la dirección de su casa para así lograr conseguir empleo.

Los establecimientos comerciales que sobrevivieron son: el taller de zapatería de Alfredo Chimá Ortega, con 44 años de servicio, y la tienda de Luz Marina Bossio Montero, que cumplió 39 años en ese punto.

Luz Marina Bossio y Alfredo Chimá, dueños de los únicos negocios que sobrevivieron en el Mercado Público de Arjona. // Foto: Julio Castaño-EU
Luz Marina Bossio y Alfredo Chimá, dueños de los únicos negocios que sobrevivieron en el Mercado Público de Arjona. // Foto: Julio Castaño-EU

“No somos chismosos, sino un punto de información”

Para Luz Marina Bossio, una arjonera de 70 años y madre de dos hijos, la atención al público es importante, asegurando que su tienda es la única que abre sus puertas a las 4 de la mañana en Arjona. A ella la conocen como Lucy desde que llegó a trabajar en la tienda de Leopoldo Sarabia, a quien luego se la compró, heredando las rústicas vitrinas antiguas, los mostradores, los armarios, las bancas de madera y los taburetes que dispone en la puerta del negocio.

A esa hora de la madrugada atiende a los clientes, entre ellos a los pasajeros que viajan a Cartagena. Muchos amigos se reúnen allí para degustar un café e intercambiar las novedades, noticias y chismes. A la famosa tienda no deja de llegar el “borracho pasmado” a buscar ron o una cerveza, y en el peor de los casos, a formar alguna que otra rencilla.

Luz Marina Bossio. // Foto: Julio Castaño-EU
Luz Marina Bossio. // Foto: Julio Castaño-EU

“Yo me acostumbré a abrir el negocio a las cuatro de la madrugada. A esa hora me compran pan, leche, bollo, queso, cigarrillos, herramientas de trabajo como lazos, limas, mochilas, entre otros productos. La gente que viene a esa hora se sienta, se relaja y empieza a hablar; así es todo el día y lo que cambia son los participantes, por eso me entero de muchas cosas sin preguntar. Yo solo soy oído y me sorprendo de cómo la gente cuenta hasta las vainas privadas. Los que más lo hacen son los hombres que no saben comer callados. Se vanaglorian diciendo que pusieron cachos. ¡Ay, Dios mío, si el palo de guayacán y los taburetes hablaran todo lo que escuchan! ¡A más de uno lo habrían echado de su casa!”, dice entre risas.

La convergencia diaria de ciudadanos en la esquina del Mercado Público lo convierte en el escenario propicio para los comentarios de toda índole: chismes, chistes e historias, pero también se habla de noticias sobresalientes relacionadas o lamentables, como fallecimientos, accidentes, atracos, sicariatos o riñas.

“Siempre he dicho que la esquina no es punto de chismosos, sino un punto de información. Yo transmito un hecho que sea real y que valga la pena que la gente sepa”, concluyó Luz Marina.

“Las mujeres, las que menos retiran zapatos”

Alfredo Chimá. // Foto: Julio Castaño-EU
Alfredo Chimá. // Foto: Julio Castaño-EU

Aunque hay días que nadie va a arreglar zapatos, Alfredo Chimá se aposta en las bancas debajo del árbol de guayacán en la esquina del Mercado Público, para reír con los cuentos que la gente lleva. Los armarios del taller de calzado están ocupados por tres costales grandes que contienen centenares de zapatos ya remendados que esperan que sus propietarios vayan a retirarlos. Esa cantidad corresponde a los últimos cuatro años, porque antes de la pandemia embarcó varios sacos en el camión recolector de basuras.

“En esos sacos hay más calzados de mujeres que de hombres. Si vinieran a retirarlos, tendría buen billete y así reinvertiría en materia prima, porque ya mi tiempo lo perdí; sin embargo, me llena de satisfacción que fundaciones que trabajan por los más vulnerables estén interesadas en ellos para suplir necesidades de mucha gente”. Relata Alfredo que hoy no se puede sobrevivir con el negocio de la remontadora de calzado porque “ya casi nadie invierte plata para remendar zapatos y los que venden en los almacenes son baratos, pero se dañan rápido”. La vida de Alfredo Luis, nacido en Arjona hace 77 años, está enmarcada en su aporte a la educación. Fue aprendiz en el Sena entre 1978 y 1979 en el arte del cuero y de la zapatería; tuvo la oportunidad de ser instructor en las instituciones educativas Fe y Alegría en los grados 10 y 11 en el área de vocacionales. En el Omaira Sánchez, en Cartagena, estuvo por un año en el área de técnicas artesanales, en el aula de niños que reciben educación especial. También estuvo vinculado como instructor en el Colegio Benjamín Herrera de Arjona, en el área de vocacionales y en educación artística.

“El arte de enseñar es algo muy bonito, sobre todo porque dejamos algo a los demás. Por ejemplo, para mí fue una experiencia maravillosa el desarrollo de los menores con capacidad reducida que avanzaron en el arte de repujado de cuero, entre otras técnicas, en el aula especial de la institución Omaira Sánchez”, develó.

En su andar e inquietud por la cultura, Alfredo guarda en su memoria hechos históricos del municipio y de Bolívar que lo hacen acreedor a un espacio en el programa Movimientos Culturales, del Ministerio de las Culturas, a través de la investigación e información sobre el municipio en cuanto a la gastronomía, ganadería, idiosincrasia e historia de Arjona, que le ha tocado investigar y mantener el contacto con el ente gubernamental.

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