De todos los aeropuertos que tiene Colombia, pocos ofrecen una experiencia tan particular como la terminal aérea de Hacaritama, en Aguachica, Cesar. Este pequeño aeropuerto, que no sigue las rutas convencionales, es famoso por su sala de espera bajo la sombra de un frondoso palo de mango. Para los viajeros que pasan por allí, el aeropuerto de Hacaritama ofrece una mezcla de la sencillez caribeña y el encanto rural que hoy todos etiquetan en redes sociales como “agropecuario”, lejos de los aeropuertos tradicionales y su bullicio.
Rosy Palma, la mente detrás de Traveler Colombia, capturó a la perfección la esencia de Hacaritama durante una reciente visita: “El aeropuerto más chimbita de Colombia, donde la sala de espera está debajo de un palo e’ mango”. Y es que este lugar no es un aeropuerto convencional. Los vuelos que llegan y salen de Aguachica suelen transportar a unos cincuenta pasajeros, quienes, en lugar de esperar en una sala moderna y tecnológica, se encuentran bajo un árbol, disfrutando de la tranquilidad del campo y la brisa caribeña. Lea también: Las vacantes en la empresa de Elon Musk para teletrabajo, así puedes aplicar
A diferencia de los aeropuertos principales de Colombia, como El Dorado en Bogotá o José María Córdova en Medellín, Hacaritama enfrenta problemáticas debido a su pequeño tamaño y su falta de infraestructura adecuada. Y si te preguntas ¿cómo hacen para acceder? Este aeropuerto no cuenta con bandas electrónicas para el chequeo de maletas, por lo que los pasajeros deben llegar con suficiente tiempo para pasar por un proceso manual de revisión.
Al llegar, a los usuarios se les entrega un bono para reclamar sus maletas en el destino final, y luego los invitan a esperar su vuelo bajo el ya popular palo de mango.
La terminal aérea de Aguachica es modesta, con solo dos salones disponibles. Uno se utiliza para el chequeo de equipaje y el otro para los pasajeros listos para abordar. A pesar de su tamaño, la terminal aérea ofrece un ambiente acogedor que muchos viajeros describen como “estar en un cuento”.
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En cuanto a servicios, Hacaritama es tan sencillo como el resto de sus instalaciones. El único punto de venta de alimentos es un puesto callejero que ofrece fritos y bebidas empaquetadas. “Aquí no es como El Dorado que te cobran 12.000 por una almojábana”, comenta Rosy Palma. “Me compré una papa rellena por 3.000 pesos y una malta por 3.500″. Un detalle que refuerza la conexión con la vida local y los precios justos que se encuentran en las calles de Aguachica. Lea también: App del Sisbén dejará de funcionar por 10 días, estas son las razones
Los baños, limitados a uno para hombres y otro para mujeres, son suficientes para el tamaño de los aviones, que solo llevan 48 pasajeros. Y aunque el aeropuerto carece de las comodidades habituales de otros aeropuertos más grandes, su encanto radica precisamente en eso: en su sencillez y en la experiencia auténtica que ofrece.

Un largo camino por recorrer
Mientras aeropuertos como El Dorado se posicionan como hubs internacionales, la falta de modernización en algunos terminales aéreos afecta la eficiencia y comodidad para los viajeros, y el país aún tiene un largo camino por recorrer en la mejora de estos servicios. Sin embargo, estas limitaciones también permiten que lugares como Hacaritama mantengan una autenticidad que es difícil de encontrar en otros sitios.