El perdón da lugar a un proceso psicológico de reevaluación o distanciamiento emocional de los recuerdos sobre ofensas pasadas, en el caso de cualquier ser humano; o sobre violaciones de derechos humanos y abusos, en el caso de las víctimas del conflicto armado.
Esto significa que al perdonar puedes recordar de manera diferente lo ocurrido, liberándote un poco o mucho de la pesadumbre. O al menos es esa la hipótesis que maneja el proyecto ‘Olvidar y perdonar: una exploración de las conexiones entre memoria y perdón’. Lea: “Veíamos más sangre humana que peces”: víctimas del Dique a la JEP
Pero, ¿qué pasa con quienes han sido víctimas del conflicto armado y por más que quieren sienten que no pueden perdonar, ni liberarse del peso del rencor, la ira, el resentimiento, la tristeza o la molestia?, ¿qué pasa con quienes simplemente no quieren perdonar?, o ¿qué pasa con quienes no se sienten listos para hacerlo, y por esto viven sumidos en la pena o en el desasosiego? Lea: Mujer y sus hijos rogaban que no mataran al padre de la familia... fue en vano
“Si nosotros logramos descubrir cómo funciona a nivel neuronal, fisiológico, cerebral, mental, psicológico y social, ese mecanismo que permite el distanciamiento emocional de la persona frente a la memoria, tal vez podamos identificar estrategias alternativas al perdón para poder apoyar a la gente que no se siente capaz de perdonar a que también tenga esa posibilidad de liberarse de sus pesadumbres y de sus duelos, y al mismo tiempo puedan entender mejor cómo funciona el perdón para poder acompañar en procesos de esa naturaleza a personas que sí sientan que quisieran llevar adelante un proceso que eventualmente las lleve a perdonar lo que les ocurrió”, explicó Pablo Abitbol Piñeiro, uno de los cinco coinvestigadores del proyecto y coordinador del Grupo Regional de Memoria Histórica de la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB), una de las instituciones de educación superior vinculadas. Lea: Salvatore Mancuso pide “mil veces perdón” a víctimas de paramilitares
Para lograr tal descubrimiento, la mirada se centra sobre un territorio en el que por cerca de 10 años el Grupo Regional de Memoria Histórica ha mantenido vivo un diálogo de saberes con comunidades, líderes y organizaciones sociales: los Montes de María.

Un núcleo básico y diverso de 150 víctimas directas en los 15 municipios de este territorio -7 del departamento de Bolívar y 8 del departamento de Sucre-, serán monitoreadas con equipos de biofisiología. Estos fueron adquiridos con recursos que la Fundación John Templeton (EE. UU.) entregó a los ganadores de una convocatoria: Grupo Regional de Memoria Histórica, Universidad de los Andes y Universidad Javeriana, bajo el liderazgo de Felipe de Brigard, desde la Universidad de Duke. Lea: Colombia solo ha reparado al 12 % de las víctimas del conflicto armado
Abitbol Piñeiro indicó que estos equipos “permitirán medir reacciones emocionales, que a lo mejor no se ven a simple vista porque la gente está acostumbrada a ocultar sus sentimientos para poder vivir tranquilamente, para evitar molestias, etcétera, pero nosotros podremos medir la actividad emotiva de estas personas mirando su ritmo cardíaco, respiración, sudoración, el movimiento involuntario de ciertos músculos faciales, entre otros aspectos. Estas mediciones nos permitirán saber si las personas al recordar de manera diferencial hechos victimizantes también expresan internamente un distanciamiento emocional, de manera diferencial, frente a esos hechos”.
Los resultados serán comparados con los de personas residentes en otros territorios que han sido víctimas indirectas del conflicto armado o que no lo han sido. Para esto se tomará una muestra urbana en Bogotá, Colombia; y otra muestra en Estados Unidos.
“Estas muestras nos van a permitir establecer comparaciones más robustas entre los resultados, que nos hablen sobre la relación entre la memoria y el perdón en víctimas directas y en víctimas indirectas o personas que no fueron víctimas del conflicto armado. Pero como el proyecto también tiene una naturaleza aplicada y de poder producir conocimiento útil para las comunidades, nuestro objetivo es avanzar, en trabajo conjunto con los participantes, hacia la generación de alternativas de praxis psicosocial que permitan, por ejemplo, que las víctimas que todavía tienen dolor y pesadumbre puedan liberarse de esa carga”, agregó el politólogo, filósofo y economista. Lea: “Hay verdades que no fueron contadas”: víctimas tras informe de la Comisión de la Verdad
Los investigadores
En la capital del país se encuentran dos coinvestigadores del proyecto. Santiago Amaya, profesor asociado de filosofía en la Universidad de los Andes, en donde codirige el Laboratorio de Juicios y Emociones Morales, quien ideó la hipótesis de que el perdón produce distanciamiento emocional de los recuerdos; y Wilson López, Ph.D. en Psicología Básica y Social, profesor en la Pontificia Universidad Javeriana e investigador senior en Minciencias con exitosos estudios relacionados con el perdón y la reconciliación.
En Estados Unidos está el líder del proyecto, Felipe de Brigard, quien es profesor asociado Fuchsberg-Levine Family de Filosofía, profesor asociado de Psicología y Neurociencias, y profesor de planta del Duke Institute for Brain Sciences y del Centro de Neurociencia Cognitiva en la Universidad de Duke (EE. UU.), donde también lidera el Laboratorio de Imaginación y Cognición Modal.

Le acompañan los otros dos coinvestigadores: Kevin S. La Bar, profesor en los departamentos de Psicología & Neurociencia y Psiquiatría & Ciencias del Comportamiento en la Universidad de Duke y profesor de planta del Centro de Neurociencia Cognitiva; y Lucy Allais, profesora de filosofía que trabaja temas relacionados con filosofía moral y política con énfasis en el perdón, quien hace parte de la Universidad de Witwatersrand y de la Universidad Johns Hopkins.
¿Cómo avanza?
‘Olvidar y perdonar: una exploración de las conexiones entre memoria y perdón’ ya desarrolló una primera fase de un año y medio de estudios en terreno con víctimas directas del conflicto armado. Este semestre medirá sus reacciones emocionales con los mencionados equipos, que abrieron paso a un laboratorio de biofisiología en la UTB. El próximo año las mediciones se extenderán a Bogotá y Estados Unidos.