Pese a ser de Tenerife, Magdalena, los últimos 34 años de su vida los dedicó a Córdoba donde se jubiló como funcionario del Ejército y donde como presidente de la Red Ver se dedicó a denunciar lo que denominaba “la maldita corrupción”.
Valera Pérez vivió los últimos años de su vida con un chaleco antibalas. Había recibido múltiples amenazas por denunciar actos de corrupción. Sus días transcurrían en medio de leves problemas de salud y del encierro en su residencia del barrio La Granja, al sur de Montería.
Su temperamento fuerte y recto lo convirtieron en uno de los veedores más respetados que ha tenido Córdoba. En una oportunidad llamó a las autoridades para que capturaran en flagrancia a un funcionario público que le estaba tratando de sobornar.
El cuerpo sin vida de Valera Pérez es velado a esta hora en la funeraria Los Olivos de Montería y mañana viernes será su sepelio.