Los líderes y familias que tuvieron mucho que ver en la historia política de Colombia, muchos de los cuales aún ocupan hoy altos cargos en el Estado, tienen en sus hijos, conocidos como los delfines, la proyección de mantenerse vigentes en el poder.
Entre los más influyentes y conocidos figuran aquellos que como mínimo han tenido un presidente en la familia, como ocurre con los López, que hoy tiene en la presidenta del Polo Democrático y candidata presidencial, Clara López Obregón, a su representante.
Los Santos también han marcado la historia y hoy tienen al presidente Juan Manuel Santos en el poder. Lo mismo los Lleras, con Germán Vargas, un presidenciable que hoy funge como director de la Fundación Buen Gobierno, que liderara la reelección del actual mandatario.
Las anteriores familias tienen la característica de que han tenido más de dos generaciones en el poder, y que, como en el caso de los Santos, tienen su influencia desde los años de la Independencia.
Tal vez otros de los más conocidos son los hijos del asesinado candidato presidencial Luis Carlos Galán. Y aunque Carlos Fernando Galán no se siente un delfín, estar ligado a la memoria de su padre lo hace uno de ellos.
"En mi decisión de hacer política jugó un papel muy importante ser hijo de Luis Carlos Galán. Negar eso sería absurdo porque conocí la política por él, pero el caso de mis hermanos y el mío es distinto al de muchos otros llamados delfines, porque no heredamos un caudal electoral, ya que mi papá murió hace 24 años. Heredamos un buen nombre".
ANÁLISIS
"Se han fortalecido los poderes heredados"
- LUIS GUILLERMO PATIÑO - Director de Ciencias Políticas de la UPB
"Existe la tradición en la política colombiana de un poder marcado en unas familias que han detentado el poder en la historia y tenido la posibilidad de ser responsables de muchos cambios y también muchos problemas. La influencia de los delfines, no parece que termine, sino que, de algún modo, se ha repotencializado. Hay que dejar claro, sin embargo, que nadie tiene que ser estigmatizado por pertenecer a determinada familia, sino que el problema es que muchas veces llegan a la política por un apellido y no por sus méritos. El pecado no es ser ‘hijo de’ o ‘familiar de’, sino que lo público se debe marcar por la búsqueda del mejor preparado y varias veces se ha visto cómo grandes liderazgos se han opacado y frenado por los intereses de las familias tradicionales, que obligan a que esos poderes se perpetúen. Es el caso de muchos políticos que, sin tener reconocimiento alguno, llegan a tener votaciones altísimas y hoy son concejales o congresistas. Se nota, entonces, que no gobiernan necesariamente con ideas sino que mantienen el poder de su familia o incluso gobiernan en cuerpo ajeno. Hay que dejar claro que la renovación política no quiere decir ser más joven, sino en un cambio de tipo de política, de estilo y de formas de ejercer el poder. Por el contrario, se ve un panorama similar a lo que sucedía en el siglo XIX, son familias capitalinas y oligarquías regionales, hijos de familias muy importantes del eje cafetero, de Santander, de Antioquia, que tienen a sus hijos muy importantes no solo en la región sino también tienen una vocación de poder nacional. Lo que demuestra esto es que en los últimos años se han fortalecido esos poderes heredados y esa posibilidad de nuevas figuras pareciera que es solo una cortina para mostrar que aún las grandes familias tienen muchísimas posibilidades de dominar el espectro político.
EN DEFINITIVA
Varias de las familias que han tenido gran influencia en la historia de Colombia, siguen gobernando a través de sus descendientes, quienes ocupan muchos de los principales cargos políticos.
