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Pa’lante chamos y chamas

El sueño cumplido de conocer Cartagena

Había escuchado de la mágica ciudad a través de un libro de Gabo, pero fueron las circunstancias de su país las que lo obligaron a conocerla. Hoy agradece a la vida haber puesto a la Heroica en su camino.

El sueño cumplido de conocer Cartagena

Familia Venezolana emprendedora de negocio

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Cuando Juan Carlos Lugo tenía 15 años leyó ‘El amor en los tiempos del cólera’ y las líneas de Gabo le hicieron imaginar con vehemencia el epicentro de esta fascinante historia, entonces soñó con conocer la ciudad en la que transcurrían los amores de Fermina Daza y Florentino Ariza. “Cartagena, Cartagena, Cartagena”, la imaginaba una y otra vez evocando el inmenso mar que rodea a la ciudad, en el que anheló zambullirse. Su sueño se cumpliría pero no de la forma que esperaba. Diez años después llegaría a la Heroica, no tras las huellas de la historia del Nobel de Literatura sino, de forma forzada, a trabajar.

Juan Carlos Lugo nació en Valencia, Estado Carabobo, en el centro de Venezuela, a cientos de kilómetros de la costa norte de Colombia. La difícil situación económica y social que atravesaba su país natal le hizo tomar una decisión radical y muy compleja: migrar.

A comenzar de nuevo

Viajó a Cartagena con un grupo de amigos. Al llegar a la Terminal de Transportes tomaron sus pertenencias y se marcharon hacia Marialabaja, donde los esperaría la familia de una persona con la que viajó. Al llegar a este municipio, se encontró con la sorpresa de que nadie lo esperaba, por lo que comenzó a darse cuenta de que el camino iba a ser complejo. Lo único que lo acompañaba era una manta, que hacía las veces de cama y de hogar.

Para comer se las ingenió. “Compraba tres muslos de pollo y cuatro bollos por tan solo 5 mil pesos, de ahí guardaba para el desayuno y me alcanzaba para el almuerzo”, relata.

Sin trabajo y sin opciones, decidió comenzar a vender dulces en los buses, luego se desplazaba por las calles ofreciendo jugo de naranja. Eso le alcanzó para costear el viaje de su esposa Yomaira Carrillo hacia Cartagena. Ella, administradora de empresas, y él, mecánico industrial, dejaron atrás sus trabajos y buscaron nuevas oportunidades que les permitieran salir adelante.

Su propia tienda

Ambos trabajaron como tenderos y así aprendieron a administrar un negocio y conocieron cómo es el comercio en Cartagena. Gracias a eso, ahorraron lo suficiente y abrieron su propia tienda, con los ahorros costearon el viaje de sus familiares desde Venezuela y así, volvieron a estar todos juntos.

Sin embargo, la pandemia de la Covid-19 los desafió aún más. Diez personas compartieron una misma casa debido a la pérdida de empleo de varios de ellos. En medio de esta crisis, su tienda quebró ya que la contingencia obligó a las personas a permanecer en sus casas y eso redujo significativamente las ganancias. Durante la crisis, conocieron a un carnicero profesional que les brindó consejos para incursionar en la carnicería y así lo hicieron. Vendieron la moto que habían comprado con esfuerzo y usaron el dinero para montar el negocio.

Les contaron a los vecinos, conocidos y amigos hasta que poco a poco pudieron arrendar un local en el barrio El Milagro e inaugurar la carnicería ‘Nuevo México’, con la que sostienen a su familia que ahora le ha dado la bienvenida a sus dos hijos, quienes se han convertido en la motivación número uno para levantarse cada día.

Manos amigas en Cartagena

Luego de seis años de vivir en Cartagena, Juan Carlos y su esposa, Yomaira Carrillo, agradecen enormemente el cariño con el que fueron recibidos en la ciudad: “Aquí todo el mundo da la mano y ayuda, si uno no avanza es porque no quiere”, dicen.

Por ahora trabajan juntos en hacer crecer el negocio que les da el sustento diario y que les permite cumplir el sueño de disfrutar a Cartagena como turistas, van a la playa, caminan por las calles del Centro Histórico y sienten en sus rostros el salitre del mar Caribe.

Aunque para Juan, la oportunidad más grande después de sostener a su familia es haberse encontrado con la ciudad que conoció a través de las páginas del libro de Gabriel García Márquez, el nobel que parió la costa.

Llegar a Cartagena sin trabajo y sin opciones, lo llevaron a vender dulces en los buses y a desplazarse por las calles ofreciendo jugo de naranja. //Foto: Zenia Valdelamar
Llegar a Cartagena sin trabajo y sin opciones, lo llevaron a vender dulces en los buses y a desplazarse por las calles ofreciendo jugo de naranja. //Foto: Zenia Valdelamar
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