Se necesitaron seis años para que la vida les volviera a sonreír. Tuvo que pasar todo ese tiempo para que Heidi Sanmartín Rodríguez y Yolfrán Echenagucia retomaran aquel oficio que les proporcionaba los ingresos suficientes para sustentar a su familia. (También te puede interesar: Ada Luz Rojas trabaja por otras madres y por los niños de los cerros de Albornoz)
En 2016, la micro empresa que tenían quebró. “Cuando la cosa se puso difícil, en mi país se agotaron los insumos. Cerraron las fábricas. No había dónde comprar textiles y materiales para nuestro trabajo y tuvimos que cerrar. Con ese negocio yo había hecho mi casita, pero con la situación todo decayó”, narra Yolfrán, sobre su fábrica de almohadas, colchas y confecciones que tenía en su residencia en una zona conocida como Los Valles del Tuy, en Caracas, Venezuela.
Como muchos otros comercios, el negocio cerró sus puertas cuando la economía venezolana cayó estrepitosamente hasta un abismo del que aún no parece restablecerse.
En Caracas están, aún, guardadas en una bodega, las máquinas de coser, junto a las camas, los muebles y otros tantos utensilios que dejaron al cuidado de unos familiares antes de decidir marcharse con sus dos hijos.
“No se conseguían los alimentos. No había medicamentos, entonces tuvimos que tomar la decisión”, detalla Yolfrán. (Lea también: Melac, el movimiento de mujeres que ayuda a venezolanas en Cartagena)
Un nuevo comienzo en Cartagena
El 2 de agosto de 2016 está marcado con tinta indeleble en los corazones de esta pareja de venezolanos. Fue el día en que cruzaron la frontera por una trocha para llegar hasta Cartagena y empezar a vivir otra vida, extremadamente difícil.
Los padres y hermanos de Heidi son cartageneros, así que ellos estaban familiarizados un poco con la ciudad. Sin embargo, narran que les esperaban momentos duros. “En principio la verdad fue fuerte. Llegamos a dormir prácticamente en el piso y sin trabajo. Yo trabajaba en casas de familias, por días, y mi esposo trabajaba vendiendo fritos, como mototaxi o en lo que consiguiera”, afirma Heidi.
“De unos meses para acá es que nos ha ido bien”, comenta al referirse a la oportunidad que tuvieron de retomar el negocio de elaboración de almohadas y forros de colchones que tenían en Caracas. (También te puede interesar: “Gracias a los cartageneros salimos adelante”: testimonio de una familia migrante)
Una máquina, una nueva oportunidad
La vida volvió a sonríeles hace seis meses cuando Heidi recibió unas capacitaciones sobre emprendimiento por parte de Oportunidades Sin Fronteras, que además le otorgó un capital semilla, el cual invirtió en una máquina de coser. Ese aparato, dicen, les ha cambiado la existencia y les ayuda a construir un futuro prometedor. “Antes, de verdad no teníamos los recursos para comprar una máquina. Gracias a Dios esto nos ha servido bastante y estamos viviendo de hace almohadas”, comenta Yolfrán.
Mientras Heidi se dedica a la confección de las almohadas, colchas y protectores de colchones, su esposo le ayuda con los rellenos y viajando esporádicamente a Barranquilla para comprar materia prima. “Nos ha ido bien con este negocio. Aspiramos por lo menos agrandar la casa, a hacerla de material o a tener un local. Ahora vivimos pegados a un canal, entonces nos gustaría estar en un sitio más seguro”, refiere Heidi.
Ahora son más felices porque la familia ha crecido. Tuvieron su tercer hijo y esperan la llegada de un cuarto bebé. Anhelan seguir construyendo una nueva vida, en la que siempre llevarán a Venezuela en su corazón. (También te puede interesar: Cartagena, entre las ciudades donde los venezolanos podrán votar)