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Editorial

Nochebuena

“Estos días que rodean la noche del 24 y la madrugada del 25 de diciembre suscitan, incluso en los no creyentes, sentimientos de paz, renovación espiritual...”.

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Esta noche se celebra en más de medio mundo, por fe o tradición, y en casi todo el resto, por razones comerciales, románticas o culturales, la noche más importante del año por su trascendencia espiritual o por su generalización universal.

Su significado es tal que, salvo en Uruguay e Israel, en todo Occidente, incluida Cuba, y en el Viejo Mundo, incluidos países como Corea del Sur, se vive desde el sentido religioso; y en muchos de predominancia musulmana, budista o secular, como Vietnam, Tailandia e India, se celebra masivamente en vastas regiones, y aunque en la China continental el gobierno evita que se difundan festividades que califican como occidentales, en Hong Kong y Macao la Navidad continúa celebrándose conforme con su pasado colonial, como un día feriado muy importante.

Aunque hoy pudiera considerarse que es una celebración mayoritariamente comercial, su origen, estrictamente religioso, a pesar de la rebeldía contra su primerísima razón de existencia, esto es, los acontecimientos ocurridos en Belén hace 2.000 años alrededor del nacimiento de un niño en un pesebre en esa aldea insignificante para ese tiempo, aunque predicha en el Antiguo Testamento, es a su vez fuente que impacta poderosamente la economía, la cultura y la sociedad en prácticamente todo el planeta, y motivo de división que no cesa con el paso del tiempo.

Sea como fuere, es una realidad incontrastable que estos días que rodean la noche del 24 y la madrugada del 25 de diciembre suscitan, incluso en los no creyentes, sentimientos de paz, renovación espiritual, necesidad de concordia y unión familiar, y un espíritu de servicio, generosidad y gratitud.

Para los latinoamericanos es tiempo largo, que abarca varias semanas de los meses de noviembre a enero, con un profundo sentido de comunidad, expresado en las vivencias entre familias ampliadas, vecinos de edificios o de cuadras barriales, en los que se comparten bocados tradicionales, aguinaldos y cánticos que adornan las oraciones y lecturas en donde los niños juegan el papel más relevante.

Precisamente, esta semana, el papa León, en su mensaje a los peregrinos de lengua francesa, llamaba la atención sobre la inconveniencia de caer en la tentación del activismo frenético que suele acabar siendo superficial y paso probable a la decepción.

Ese consejo sirve para recordar que esta “tregua” que vive la humanidad, en la que la capacidad de daño se reduce y la conciencia se aviva, percibamos la incontrastable influencia que una persona ha tenido en la historia, y por qué es más comprensible para quienes conocen y mantienen la creencia en que ese niño que nació en una noche como la de hoy también lo hizo para traer esperanza y salvación a cada individuo, a cada familia, y a cada nación.

El Universal desea a sus queridos lectores y audiencias una Nochebuena feliz, llena de amor y generosidad.

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