Para algunos ciudadanos podría no ser cómodo aceptar que la Alcaldía de Cartagena destine $19 mil millones para el alumbrado navideño, empezando por quienes no lo miran como una inversión sino como un gasto.
El 29 de noviembre se adjudicó ese contrato mediante un proceso de selección abreviada, luego de que la licitación pública inicial fuera declarada desierta. El contratista seleccionado fue el único proponente del proceso y además el adjudicatario del contrato de alumbrado navideño del año pasado, conforme a reporte de Funcicar.
Para quienes no ven con buenos ojos que se tomen recursos del erario para proyectos ornamentales de corta duración, un camino preferible sería o que no se alumbrara nada o que se asignen cifras menores mediante la escogencia de sitios muy emblemáticos exclusivamente.
Para estos ciudadanos, al considerar tales proyectos como un gasto, lo adecuado sería que se minimicen y todo lo demás se vaya a inversión en las comunidades más vulnerables.
Este razonamiento tiene, “de rompe”, mucho sentido, pues las necesidades en la ciudad son enormes, con lo cual esos gastos los ven como frivolidades que no contribuyen eficazmente a reducir la pobreza o el hambre.
Una mirada más completa nos lleva a considerar que, de estos proyectos temporales, o sea, los que se ajustan a precisos periodos durante cada vigencia anual en los que el espacio público debe concordar con los sentimientos, expectativas o tradiciones colectivas (y en este caso, como la Navidad, prácticamente universal), no debe sustraerse la autoridad civil, llamada a atender con los recursos oficiales eventos o tradiciones que resignifican la identidad y cultura populares, y que, mirándose como inversiones, complacen a los visitantes en ciudades turísticas como la nuestra, condicionadas o llamadas a convertirse en anfitrionas del mayor número de huéspedes nacionales y extranjeros, por lo que ello supone para la dinamización de la economía local y regional, tanto formal como informal.
Se esperaría que con la gruesa suma de $19 mil millones tengamos un alumbrado navideño espectacular, que redundará en una satisfacción para los residentes y quienes nos visiten, y que posicione a Cartagena, como ya ocurre con Medellín y Barranquilla, en un destino al que vale la pena visitar por el ambiente navideño que logra ofrecer la ciudad cada año, lo cual no se logra sin inversión pública eficiente y proba.
Sin embargo, la administración podría responder a las inquietudes que en ciertos sectores suscitan estas inversiones, asignando e identificando ante la opinión pública recursos específicos directa y proporcionalmente dirigidos a revertir la pobreza y mitigar el hambre. Con ello quedaría claro que un buen gobierno está llamado a mirar e intervenir sin timideces o discriminaciones en ambos escenarios.
