Es elemental imaginarse que nunca habrá sido ni será fácil escoger y desplegar como opción de vida la de pertenecer a las Fuerzas Militares y de Policía; mucho menos en Colombia, país en el que siempre hemos estado en conflicto interno y bajo una violencia que se niega a cesar.
Pero si hay algo que sostiene a nuestros militares y policías, a los buenos, que siempre han sido y son la mayoría, es el honor que imprime el realizar el juramento y portar el uniforme que los identifica como soldados u oficiales de la patria.
Ese juramento de honor les imprime un carácter que llega hasta el deber de sacrificio por la defensa de la Nación, lo que es mucho, pero mucho más, que una obligación de índole laboral remunerada, pues su signo transforma lo que sería la prestación de un servicio en una vocación en la que se juega la vida como rutina.
Ya se puede comprender, sin que hasta la fecha ninguno de sus miembros lo haya declarado, lo que puede sentir un soldado o patrullero de bien, y sus superiores, después de conocer las noticias difundidas por Caracol Noticias este domingo.
Si para cualquier colombiano medianamente enterado es motivo de profunda preocupación todo lo revelado, por lo que supone el presunto espionaje dentro de las Fuerzas Militares pero, sobre todo, en los organismos de inteligencia, esa preocupación se multiplicará con creces dentro de las guarniciones militares, en la que se requiere, como un pilar insustituible, la plena confianza en sus compañeros y superiores, en los organismos del Estado y en la lealtad que se comparte con quienes han asumido el deber de proteger la vida, honra y bienes de los ciudadanos.
¿Cómo pueden sentirse hoy los generales y almirantes quienes tienen a su cargo la responsabilidad de responderle a la Nación y a su comandante supremo, del deber de cuidado de la información que tiene que compartirse con otros organismos, como la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI), si la confianza mínima que se requiere para que se garantice la protección de la vida de sus tropas y pelotones en los movimientos y traslados que deben hacerse para mantener bajo control el orden público, o para confrontar a quienes están empeñados en dañarlo?
¿Cómo sostener el régimen constitucional vigente al que juraron proteger, si resultara cierto que dentro del DNI y el mismo Ejército habría personajes jugados para revelar secretos graves sobre ubicaciones y operativos a los violentos, bajo la mirada complaciente de quienes ostentan la autoridad civil?
Son muchas las preguntas que quedan por hacer, pero pocas las respuestas que se necesitan, pues no son otras que simplemente purgar a las FF. MM. y de Policía y a los organismos de inteligencia, singularmente, a la DNI, de personajes que deshonren los juramentos a los que se han sometido o a quienes traicionan por razones ideológicas el rol que la Constitución, la ley y los reglamentos les asignan.
