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Editorial

Minculturas y Cartagena

“Cada instrumento musical que se pone en las manos de niños con talentos musicales, es un ciudadano menos con un sentido de vida frustrado; por eso, enseñarles a bailar...”.

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En esta tribuna nos hemos quejado de la falta de atención del Gobierno nacional hacia Cartagena; son pocos los proyectos importantes y los recursos invertidos en estos tres años. Por esto, resulta gratificante conocer la gestión que, desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes se viene realizando para fortalecer el patrimonio cultural, la memoria colectiva y las economías populares ligadas a la cultura en Cartagena y Bolívar.

El programa Artes para la Paz, por ejemplo, asignó para nuestro Departamento $11.611 millones y para el Distrito algo más de $630 millones, que se suman a los ya invertidos entre 2023 y 2024, lo que ha beneficiado a cerca de 23 mil niñas, niños y adolescentes a través del Programa Nacional de Concertación, Estímulos, Jóvenes por el Cambio, Salas Concertadas, Trayectorias, la Beca Espacios

En días pasados la cartagenera Saia Vergara Jaime, viceministra de los Patrimonios, Memorias y Gobernanza Cultural, se refirió en entrevista para este diario, al Programa de Educación en Patrimonio Cultural y las Memorias, que hace parte del plan de reactivación de centros históricos, dirigido a preservar no solo el patrimonio material; también los patrimonios inmateriales, que son los que le dan sentido a dichos centros históricos, estos son, “la gente, las tradiciones, todo lo que activa ese patrimonio material”.

En la entrevista se refirió a dos fenómenos interconectados, que padecemos también en Getsemaní, un barrio altamente gentrificado y turistificado. Habría que esperar que la reciente declaración de patrimonio cultural de la Nación ayude a salvaguardar las tradiciones, pero también a que se detenga el desplazamiento urbano que muy rápido está dejando al barrio sin sus residentes originales.

Por eso, resulta tan interesante el Proyecto de la Resistencia, iniciado en octubre pasado en sitios como la Escuela La Milagrosa, en el corazón de Getsemaní, que debería ayudar, con otros programas, a repoblar el barrio con getsemanicenses.

De otra parte, interesante la visión de la viceministra, en cuanto a que la cultura es un derecho, no un accesorio ni algo que se hace en el tiempo libre, lo que es aún más cierto para quienes escogen como sentido de vida algunas de las manifestaciones artísticas. La cultura eleva el alma de los pueblos, por eso, formar niños, niñas y jóvenes en artes, entregando las dotaciones musicales, salas de danza y equipos para desarrollar adecuadamente esas finas expresiones humanas es esencial en el periplo vital de la población vulnerable, que carece de posibilidades de hacerlo sin el auxilio del Estado o de la filantropía.

Cada instrumento musical que se pone en las manos de niños con talentos musicales, es un ciudadano menos con un sentido de vida frustrado; por eso, enseñarles a bailar, hacer teatro o pintar es síntoma de la evolución general de los pueblos.

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