Fue evidente el esfuerzo que hizo el presidente Petro para que el gobierno de Trump descertificara a Colombia en la lucha contra el narcotráfico. Se entendía esa obsesión por su vieja posición de la menor responsabilidad del país en esa guerra y la mayor de los países consumidores del primer mundo, singularmente de Estados Unidos.
Contar con argumentos antiyanquis de cara a las elecciones de 2026 bien valían, en su estrategia, esa calificación. Pero el camino para lograrlo fue errático, a pesar de todas las advertencias que desde distintos frentes se le hicieron. En sus constantes diatribas contra el mandatario estadounidense siempre pareció más importante una visión ideológica y los beneficios electorales para la retención del poder de su partido en 2026, que los intereses económicos y de seguridad de millones de colombianos que dependen de mantener una sana relación con EE.UU.
El principal error fue confiar en que su identidad con los líderes del Partido Demócrata se constituiría en una protección para él, como adalid del discurso internacional anti-Trump, sin percatarse que, quienes le hablan al oído al líder de los Republicanos y comandante en jefe de las FF.MM. y de Inteligencia de EE.UU., tenían clarísimo que no era estratégico golpear a un país que mayoritariamente no ve a los ‘gringos’ como enemigos, sino como aliados.
Otro error fue pensar que la ira de Trump, provocada por sus persistentes insultos al ego del republicano, le propinarían daño al país, en aranceles, suspensión de ayudas y otras medidas antipáticas para los colombianos que debilitarían a la clase empresarial nacional. No se percató, a pesar de las advertencias que se le hicieron por diversos opinadores, que si personalizaba su discurso contra el individuo Donald Trump y su equipo, la reacción de aquel gobierno iría en similar sentido. Y así está resultando.
Las medidas del Gobierno de EE.UU. lo han sido hasta ahora contra el presidente y sus cercanos. La inclusión en la Lista Clinton estaba cantada tras no cesar en sus ataques personales al líder de aquella nación, miembros de su gabinete y senadores republicanos. Por principio, es una ofensa contra nuestra Nación; pero en el país así no ha sido recibido precisamente, porque las advertencias que se le hicieron el presidente Petro las despreció.
¿Acaso era necesario elevar el nivel de tirantez con la Casa Blanca hasta llegar a este efecto indeseado, que golpea incluso la dignidad de viejos valores de la República? ¿Qué se ganaba con semejante reacción con un país cuyas sólidas relaciones estaban allí antes de la llegada del actual Gobierno y seguirán después de que se termine?
Ahora que la dignidad de nuestro país está innecesariamente golpeada, y de que le ha propinado un daño autoinfligido a su familia, que puede ampliarse aún más a sus allegados y colaboradores, cabe preguntarle al presidente, ¿era necesario?
