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Editorial

La entrevista

“Lo malo de la entrevista no fueron solo las formas empleadas ni la apariencia de descontrol del primer mandatario; también las respuestas contradictorias...”.

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Con razón, el periodista Daniel Coronell quedó más preocupado después de la entrevista exclusiva que el presidente Gustavo Petro le concedió a propósito de la crisis de relaciones entre él y Donald Trump, y los posibles efectos en el comercio, inversión, cooperación en seguridad, migración, y demás agendas, todas de primer orden para el sostenimiento de miles de familias colombianas, sin mencionar lo que puede venir en lucha contra el narcotráfico y los carteles que dominan buena parte del país, si se marchita la fructífera cooperación de esas históricas relaciones diplomáticas.

La entrevista debió aprovecharla el presidente de la República para comportarse como un estadista frente a la evidencia del riesgo de un mayor resquebrajamiento de la calidad de las relaciones con nuestro principal socio de entre las naciones poderosas, enviando mensajes que apaciguaran la furia de su homólogo estadounidense y aclarando que la solución a la nueva crisis se manejaría por los canales diplomáticos y no por sus redes, ni mucho menos mediante atrabiliarias declaraciones que estaba feliz de espetar en la entrevista con el taquillero Coronell.

Lo malo de la entrevista no fueron solo las formas empleadas ni la apariencia de descontrol del primer mandatario ante algunos temas sensibles; también las respuestas palmariamente contradictorias e inconsecuentes que ofreció a su interlocutor, sabiendo que en realidad le estaba hablando al país y a su siguiente invitado, el embajador en la práctica de Estados Unidos, John McNamara, del que no fue capaz de mencionar su nombre cuando Coronell le preguntó sobre ese siguiente encuentro.

Para solo mencionar dos ejemplos, a la pregunta de si “Colombia está fuera de control”, en frase del presidente Donald Trump, su respuesta fue “fuera de control, de él”. Por supuesto, fue ingeniosa, pero no contestó el núcleo de lo que todos quieren escuchar: ¿qué responsabilidad le cabe a la Casa de Nariño por la pérdida de dominio territorial del Estado, heredada de gobiernos anteriores, pero profundizada bajo el actual cuatrienio? ¿Hay voluntad para recuperar los territorios perdidos?

O a la frase “No es rey en Colombia, aquí no aceptamos reyes, punto”, qué hay de similar comportamiento respecto de la Rama Judicial, a la que maltrata con maneras desobligantes, más bien propias de un autócrata.

Por supuesto que en muchas afirmaciones le acompaña la razón, como la ilegalidad de los ataques autorizados por Trump a las embarcaciones en el Caribe; pero, incluso estas realidades deben tramitarse formalmente y no por las vías personalistas, pues cuando las relaciones entre jefes de Estado se personalizan, el resultado es que también se individualizan sus efectos contra la familia y colaboradores de los respectivos mandatarios, que pareciera ser el siguiente paso en la reacción programada del presidente de EE.UU. contra el nuestro.

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