comscore
Editorial

Sin visa

“Por eso, para lograr el ‘desvisado’ tenía que dar un paso aún más provocador. Las calles de Nueva York eran un escenario perfecto para esa clara determinación”.

Compartir

Por supuesto que ontológicamente es reprensible que a quien ejerce la máxima magistratura de nuestra nación, le retiren la visa para ingresar a suelo de otra nación. Es propio de la naturaleza de la persona que ostenta el cargo de Presidente de la República, que sea admitido en cualquier país, máxime si se trata del Estado con el que más intensas relaciones económicas y de inteligencia militar hemos compartido los últimos decenios.

Pero, en la práctica, lo propio de quien hace todo el esfuerzo posible para que le quiten el visado de ingreso y permanencia en suelo del Tío Sam, es que terminen complaciéndolo.

El mismo presidente de la República ha reconocido que no le interesaba poseer la visa, pues su interés está en otros países. Molestarse por la decisión del Gobierno norteamericano, que tendría que ser un pensamiento natural en todo colombiano, por lo que representa para la unidad de la nación quien encabeza el Poder Ejecutivo, deja entonces de ser un dogma y se convierte en un asunto enteramente opinable.

En efecto, cómo reprochar el gesto dirigido en concreto contra Gustavo Petro, ya revelado al tiempo de la descertificación, y ahora confirmado con el ‘desvisado’, si el mismo destinatario hizo su mayor esfuerzo para lograrlo.

Si la descertificación sin consecuencias prácticas contra el país fue una advertencia a quien nos encabeza, era previsible que su malquerencia contra el Gobierno de Estados Unidos y la forma de vida de esa nación se revelara plenamente en su discurso ante la Asamblea de las Naciones Unidas, lo que no le causaría ninguna consecuencia, pues los dirigentes estadounidenses están más que acostumbrados a toda suerte de discursos destemplados por parte de dirigentes de otras naciones. Esto, el presidente tenía que saberlo. Por eso, para lograr el ‘desvisado’ tenía que dar un paso aún más provocador. Las calles de Nueva York eran un escenario perfecto para esa clara determinación.

El llamado a la rebelión a los miembros del Ejército estadounidense contra el comandante en jefe que despacha desde el Salón Oval de la Casa Blanca, por parte de quien es comandante supremo de las Fuerzas Militares de una nación amiga, era razón más que suficiente, insuperablemente previsible hasta para el más idiota de los analistas, de la pérdida del visado.

Llamar a los soldados estadounidenses a desobedecer órdenes de su comandante e incitar a la violencia era un acto gravemente inamistoso, que nuevamente es solo con consecuencias contra Gustavo Petro como persona, sin extensión al resto de la nación.

Esto es claramente incómodo para el sentimiento patriótico de todo buen colombiano, pero se trata del desencadenamiento de una serie de hechos y palabras que no se han desplegado en nombre de la totalidad de los colombianos y en procura de la unidad nacional, sino precisamente sólo para avivar el respaldo del 30 por ciento de quienes están habilitados para votar en 2026.

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News