Las preocupaciones de la Corte Constitucional (CC) por el deterioro en el Sistema de Salud Pública (SSP) en manos del Ministerio de Salud (MinSalud) son oportunas, necesarias y veraces.
La CC ha señalado varios incumplimientos de las órdenes que ha expedido para garantizar el acceso oportuno a los servicios médicos, cuestionado al MinSalud por no definir los tiempos máximos de espera ni implementar un registro confiable que mida las demoras reales de los pacientes en el Sistema.
Desde la Sala Especial de Seguimiento que se conformó en la Sentencia T-760 de 2008 ha sido pertinaz en esa exigencia, y en cuanto al actual Gobierno concluyó que, luego de tres años, el MinSalud no ejecutó las actividades incluidas en los cronogramas que la CC presentó, modificó plazos sin justificación y entregó datos que no coincidían con los del Instituto de Evaluación Tecnológica en Salud (IETS).
Según este organismo, los usuarios deben esperar entre 40 y 60 días para obtener una cita con especialistas. La CC advirtió que los tiempos de atención en urgencias, medicina general, odontología y especialistas aumentaron desde 2020.
Es justo señalar que, en sus análisis, la Corte resaltó que una de las causas de la demora es la escasez de especialistas en el país. Colombia cuenta con 1,5 médicos especialistas por cada 1.000 habitantes, frente al estándar internacional de 3,5. Además, el 72% de ellos se concentra en las principales ciudades, lo que agrava la situación en las zonas rurales y dispersas; pero la responsabilidad del Estado es mayúscula.
No extraña, por eso, la carta abierta que las asociaciones médicas han venido remitiendo al Gobierno respecto del desprecio presidencial por la dignidad médica tanto en la formación, el conocimiento y la vida profesional de quienes han consagrado su existencia a cuidar a sus prójimos. No son pocos los que consideran que el presidente piensa que la Medicina en Colombia es mala, porque solo los hijos de los ricos la estudian.
Esta concepción no solo ofende a miles de profesionales que se han consagrado a la reina de las profesiones, sino que no resulta cierta. Muchos colombianos de clase media y de otros estratos también la estudian y ejercen, porque lo que hace a una persona médico no es su origen, sino su vocación.
Este Gobierno tiene que tener cuidado de no pasar a la historia como el que en más se han cerrado hospitales, o que cada cierto tiempo cesen servicios esenciales como obstetricia, cuidados intensivos, cirugía pediátrica y unidades de neonatología, o que el acceso a una cita, a un procedimiento o a un medicamento sea cada vez más difícil, algo de lo que, ciertamente, los médicos no son responsables.
Hay que buscar la fórmula para que, ante estas situaciones, la gente no piense que se trata de un asunto de pura ideología, porque la opinión política no puede estar por encima de la realidad de la salud de la gente a la que se gobierna.