Las dolorosas e impactantes imágenes que los colombianos vimos este jueves, de cuerpos destrozados, víctimas de individuos carentes del sentido de piedad, posesos de una capacidad de odio y daño demoníaco, con desprecio total por su prójimo, es el retorno al terrorismo que vivimos alrededor de hace 30 años.
Ya en las poblaciones ese retorno había llegado hace varios meses, como se ha venido denunciando desde distintos medios; y el terror se había posicionado en buena parte del territorio nacional, disimulado con temerosa discreción, por el miedo a recibir represalias, de tantos pobladores que vieron cómo se les fue apagando la tranquilidad y el sosiego.
En no pocos corregimientos, veredas y caseríos hace rato el Estado dejó de aparecer; sus habitantes saben quiénes mandan y qué silencios deben guardar o a qué hora irse a dormir para sobrellevar sus vidas..., y a quiénes acudir cuando desean que se haga justicia.
Para comprender lo que se vive en buena parte de la geografía nacional, en pueblos cuyos nombres no están en las mentes de los ciudadanos alejados de las provincias, sólo faltaba que esa angustia llegara a las ciudades.
La explosión del camión frente a la Escuela Militar de Aviación ‘Marco Fidel Suárez’, en Cali, a las 2:50 de la tarde de este 21 de agosto, que de inmediato cegó la vida de seis personas, todas civiles, por ataque atribuido hasta ahora a las disidencias de las Farc que comanda ‘Iván Mordisco’, dejando al menos 71 heridos, 5 de estos menores de edad, y la subsiguiente aprehensión de un furgón estacionado a solo 30 metros de esa zona de dolor, con 12 pipetas como dispuestas para ser alcanzadas por la onda expansiva, inició ese regresar a tres decenios atrás, con todos los traumatismos que reviven al saber que las épocas superadas están de vuelta.
Y para que quedara constancia de que entramos en una nueva fase de la expansión del narcoterrorismo, supimos del derribo de un helicóptero en la vereda Los Toros, entre Amalfi y Anorí, nordeste de Antioquia, por cuenta de varios drones, acompañado de la horrible celebración de los asesinos por el éxito del atentado contra los uniformados de la Dirección Antinarcóticos de la Policía Nacional, llevándose 12 de sus miembros, quienes estaban cumpliendo labores de lucha contra la siembra y producción de cultivos ilícitos.
Por su parte, el Gobierno asegura que estos ataques de los disidentes son una respuesta a la ofensiva militar que busca recuperar el control del Cañón del Micay (Cauca), enclave cocalero en la disputa por las rentas ilícitas en el suroccidente del país, y de los golpes que se han dado en otras regiones de Colombia, con lo cual en Palacio por fin parecerían tener claro lo que de sobra se sabía desde que se puso en ejecución el embeleco de la ‘Paz Total’: que el terrorismo es otra expresión del infame negocio multinacional del narcotráfico, en el que Colombia es apenas una pieza de uso y cambio.