El papa León XIV arrancó su pontificado bajo el signo de servir como puente entre la Iglesia Católica y el mundo. Su designación causó tranquilidad en todos los sectores por su origen, sus logros, su formación y su estructuración como persona.
La escogencia del nombre, León, dio inmediatas señales, pues al primer papa León, el Grande, Doctor de la Iglesia, que gobernó desde 440 hasta 461 d.C., le correspondió liderar uno de los momentos más cruciales del catolicismo por las profundas divisiones y herejías que se extendieron, restableciendo la tradición fundacional; y el último de los Leones, el número trece, de 25 años de duración (1878 a 1903), con la expedición de la encíclica Rerum novarum (Acerca de las nuevas cosas), en la que profundizó sobre el tema obrero, lo cual le dio fundamento global al surgimiento de los derechos fundamentales de los trabajadores y, con ello, a la Doctrina Social de la Iglesia Católica, lo que confirmó la percepción de un pontífice volcado a los más débiles y vulnerables, siguiendo la senda de Francisco.
Encontró una iglesia sujeta a una confusión doctrinal, con divisiones en sus estructuras de gobierno, una sucesión de escándalos sexuales y financieros manejados erráticamente por las jerarquías.
Aunque son muy pocos 100 días para perfilar el nuevo papado, la evidente conexión con León XIII se nota en sus valoraciones sobre lo que cambiará para la clase obrera la irrupción de la inteligencia artificial, que equivale a la Revolución Industrial de la que se ocupó aquel en 1891, o la defensa de la dignidad humana, o la búsqueda de la unidad de la Iglesia con la delicadeza de un hombre que sabe escuchar y dialogar, o la “desproporción de una riqueza poseída por pocos y una pobreza extendida en exceso”.
Muestra que preservará de Francisco la primacía del mensaje de la paz, pidiéndole directamente a los líderes de Rusia, Ucrania, Gaza e Israel, “esfuerzos de negociación para poner fin a las guerras”; o a romper techos de cristal, como el nombramiento de Tiziana Merletti como número tres de un dicasterio, o la designación de varios arzobispos de las línea más “progresistas” de la Iglesia; y la promoción de la ecología integral.
Pero también que pondrá su impronta diferencial en no pocos aspectos, de entre los cuales, hasta ahora, se resaltan el retorno al uso de emblemas de la liturgia y del ceremonial papal tradicional, o a la habitación de espacios no empleados por Francisco, como el Palacio Apostólico y los apartamentos pontificios, con lo cual se tratará de un papado en el que confluirán el regreso a signos tradicionales y la continuidad de los cambios para un nuevo tiempo, por lo que claramente ha mostrado tomará fuerza lo que ya señalan no pocos observadores, en cuanto a que será el pontificado de la transparencia, sin segundas agendas, con el retorno al énfasis en el mensaje cristocéntrico.