De la mayor importancia y con mucho simbolismo, tanto la participación conjunta de los alcaldes de las principales capitales del país en el Congreso de la Andi en Cartagena, como la reunión de estos con altos delegados del gobierno de EE. UU.
El ingreso al escenario alzando una gran bandera de Colombia entre todos supuso un mensaje de unidad ante los fuertes vientos de polarización que corren por el país y una declaración de autonomía frente al férreo capitalismo, que todo lo quiere bajo su control, pero que muy poco remite a las regiones.
Los alcaldes Federico Gutiérrez (Medellín), Alejandro Éder (Cali), Carlos Fernando Galán (Bogotá), Alex Char (Barranquilla) y Dumek Turbay (Cartagena), con razón, desataron los aplausos de los asistentes, conformado mayoritariamente por empresarios que le siguen apostando al país a pesar de los miedos que surgen de una sociedad llamada a la polarización desde tantos flancos pero, singularmente, desde el mismo Palacio de Nariño, que los maltrata cada vez que puede, con un desconocimiento supino del papel que juegan en la estabilidad económica y social de la Nación, especialmente en la generación de empleo formal, impuestos y riqueza.
El animoso mensaje fue resumido por el alcalde de Cartagena, al afirmar que ni “… izquierdas ni derechas, ni mensajes provocadores: aquí la única bandera por la que trabajamos, construimos, resolvemos y solucionamos a diario es por la de Colombia; este país nuestro que necesita menos altisonancias ideológicas y más unidad, ejecución e ideas, pero sobre la base del respeto y el acuerdo…”.
Duele que los mandatarios regionales no hayan recibido en estos tres años más apoyo del Gobierno nacional, desde donde incluso lo que les han lanzado son mensajes expresos o tácitos de desprecio, que han signifiado la imperiosa necesidad de que la solución de los problemas loales se dén desde los mismos territorios. Es hasta peligros que para la Unidad Nacional, que es la base para cualquier proyecto de República unitaria y solidaria, y de identidad cultural, que los mandatarios regionales perciban que pueden salir adelante sin el respaldo financiero y en gestión de Bogotá.
El que desde las provincias se comiencen a percatar que no es erróneo afirmar, como tantos venimos diciéndolo hace años, que el más grave obstáculo para el desarrollo y la productividad regional y local es el oprobioso centralismos, manejado desde una capital que no hace sino dar malos ejemplos, puede tener un efecto devastador en la pretendida ilusión de hacer una solo nación y un solo pueblo.
Y, de otra parte, la reunión de los mandatarios de las referidas ciudades con senadores y el embajador de EE. UU., a no dudarlo fortalecerá la cooperación bilateral entre los dos países a un nivel que no solía tener importancia, pues ese tipo de encuentros se dan con la cabeza o el alto gabinete del Ejecutivo.
¿Qué pensarán en Palacio?