De entre todos los discursos que se han pronunciado esta semana con ocasión de la despedida de los restos mortales del senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, tres merecen especial atención en cuanto explican lo que ha ocurrido los tres últimos años y lo que puede suceder durante el próximo, en el que se desarrollarán las elecciones a Congreso y Presidencia.
El primero de estos lo ofreció el cardenal Luis Rueda en la Catedral Primada de Bogotá, durante la misa exequial en la que se rindió homenaje al dirigente, fallecido el pasado lunes, dos meses después de sufrir un atentado en la capital del país. Monseñor Rueda pidió que reconozcamos sinceramente que estos son tiempos de empobrecimiento ético y de polarización agresiva que nos arruina, que acaba con nuestro país, haciendo un llamado a que sembremos semillas de paz y de esperanza, llamado que todos los colombianos deberíamos acoger.
El segundo, en el mismo escenario, corrió por cuenta de Miguel Uribe Londoño, padre del senador, quien fue determinado al afirmar que la violencia que ahora vuelve a padecer su familia “... tiene responsables claros”, ante lo cual no tiene “ninguna duda de dónde viene la violencia. No tenemos duda de quién la promueve. No tenemos duda quién la permite (...) No podemos quedarnos en la resignación y la simple pasividad...”, lanzando un llamado a no responder con las mismas armas: “... No les demos el gusto a los que promueven la violencia, respondamos con acción inteligente y con más democracia...”.
Y el tercero, en otros escenarios, por el presidente Gustavo Petro, quien confirmó que ni él ni su gabinete asistieron al funeral por solicitud expresa de la familia del senador. Por ejemplo, en una entrega masiva de títulos de formalización de tierras en Sotaquirá (Boyacá), al referirse a los recientes homenajes póstumos ofrecidos a Miguel Uribe, se pronunció en contra de expresiones alusivas a la confrontación durante dichos actos, enfatizando la importancia de construir un diálogo respetuoso en Colombia y advirtiendo sobre los riesgos de elevar discursos orientados hacia la venganza, lo que podría revivir ciclos de violencia entre colombianos.
Las tres soflamas se orientan a deponer los ánimos, y todos estamos llamados a obrar en consecuencia. No podemos compartir los mensajes que se lanzan para avivar heridas y convertir en oportunismo electoral mal intencionado, sin medir las consecuencias de mensajes incendiarios.
En tal sentido, y por los mensajes librados por el presidente, evidentemente está impactado por el hecho de que durante su gestión revivió ese signo de muerte del pasado. Es posible que se haya percatado de lo inapropiado que resulta atizar la llama de la discordia y en dividir a los colombianos.
Es un buen momento para que, desde Palacio, se reinicie una estrategia que concite a la unidad y la concordia nacional.