Si el Tercer Reich es para la izquierda el sumun de la tiranía fascista, para la derecha la URSS de Stalin es el sumun de la tiranía comunista.
Hasta ahora, el presidente de la República ha expuesto sus tesis centrales desde la idea de un hombre de izquierda, demócrata y socialista; y varios de sus más cercanos colaboradores, además, como socialistas del siglo XXI. No debería sorprender, pues fue elegido para la primera magistratura para que orientara un cambio que favoreciera intereses populares, muy al estilo del socialismo francés, chileno o norteamericano (partido demócrata).
Hasta ahora, por más que su conducta causa preocupación en el centro y la derecha, debido a sus constantes ataques, empleando, sin fórmula de juicio, fuera de contexto y con absoluta demasía, entre otros, la acusación de fascistas contra sus detractores, las cortes, el parlamento, la prensa y otros sectores que definen elementos fundamentales de la democracia moderna o liberal, estos han venido funcionando sin solución de continuidad, con garantías aceptables y autonomía.
Por eso causó tanto desconcierto el mensaje que publicó el presidente este jueves 24, en el que pareciera querer renunciar a su posición de demócrata socialista, para cruzar la línea hacia el comunismo. Veamos:
No ocultó lo que debió dolerle el maltrato en su ego, los insultos que recibió en el Congreso de la República al final de su intervención sobre el balance de su Gobierno por parte de la oposición. Pero sorprende la inocencia con la que razonó en la frase “… Un ciudadano puede decir ‘fuera Petro’, pero un congresista no, porque juró cumplir la Constitución cuando se posesionó…”, sabiendo como sabe, pues fue congresista varios lustros, que es un escenario inevitable para ese tipo de confrontaciones disonantes en los casos en que otro congresista o un alto funcionario del Gobierno se dirige previamente a los parlamentarios con ofensas inadmisibles como las que el presidente viene lanzando desde distintos escenarios contra varios de ellos y contra la misma institución.
En tal sentido, el presidente recogió lo que sembró con sus diatribas ofensivas, no propias de la dignidad del cargo. Cuando no se le da el nivel de dignidad al cargo que se ocupa, es factible que quienes se sienten ofendidos reaccionen con similar irrespeto y sin recato.
El presidente no solo tiene que moderar su discurso para ponerlo a la altura del cargo que ocupa, para que no le falten al respeto al cargo al faltárselo, tal vez merecidamente, a él. Pero más importante aún, en su mensaje que ahora comentamos, es que cese en sus amenazas a opositores y a los grandes medios de comunicación, singularmente a estos, a los que acusa de ser instrumento que desata el odio, constructores de violencia, con lo cual podría considerar cerrarlos…; es decir, pasar del socialismo al comunismo.