comscore
Editorial

El discurso del presidente

“Esta es una estela oscura que merecía una completa explicación y un renovado compromiso de que no se repetirán estas conductas ahora que, más que nunca, necesita a un parlamento...”.

Compartir

En la instalación del último periodo legislativo, este 20 de Julio, el presidente de la República hizo el tradicional discurso de rendición de cuentas a la plenaria del Congreso de la República, en el que se refirió a los logros de su administración.

Tras hacer un repaso por la historia del país, sostuvo que la democracia en este momento es cuando mejor se ha desenvuelto, singularmente si se compara con la injerencia que tuvo durante muchos años el paramilitarismo, agregando que el 35% del Congreso terminó preso en algún momento.

Según el mandatario, “a ninguno perseguimos; nos derrotan aquí una y otra vez, y a veces triunfamos, a nadie se persigue”, y que ya no se debate sobre el crimen y la muerte, sino sobre las reformas que necesita este país.

También aprovechó para defender la ley que llevará al Congreso, de paz total o la justicia restaurativa, soportándola en que “la lucha por la eficiencia judicial implica pensar más en la verdad que en el castigo”.

Tuvo la gallardía de reconocer que “no ha logrado la paz total” con los grupos armados, asegurando que seguirá apostando por negociar con las guerrillas y las principales bandas criminales del país.

Pero procede a glosar al menos dos puntos de su discurso, en aspectos que saltan a la vista.

El primero es la contradicción frente a la legitimidad y pertinencia de la Constitución Política. Aunque no insistió en su propuesta de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, persiste en su imputación en cuanto a que sus opositores no han derogado en sus almas la Constitución de 1886, porque “les parece que la Constitución del 91 fue hecha por subversivos, terroristas, que es comunista, que sabe amar porque habla de pueblo y habla de justicia social y es populista, dicen. Pues nosotros derogamos la Constitución de 1886. Fue un hecho y un acto histórico. No se había podido en un siglo”.

No se entiende entonces, si el presidente ve con esos ojos la Constitución vigente, que ex miembros el M-19 ayudaron a redactar, por qué ha lanzado arengas en contra de su contenido. Sus palabras ante el hemiciclo este domingo no hacen sino ratificar que la campaña que realizó para la modificación de la actual Constitución no fue más que una brizna en el viento, innecesaria, pues puso en entredicho la pertinencia de la carta magna más progresista del mundo.

En esa misma línea, incomoda que se haya referido a la diferencia entre el Congreso de la República que él vivió, y el de hoy, alegando que ya cerramos el tercer año de su Gobierno y “no está el 30% de los senadores presos”, por cuanto omitió referirse a los congresistas que están detenidos por presunta corrupción devenida desde lo más alto de su Gobierno. Esta es una estela oscura que merecía una completa explicación y un renovado compromiso de que no se repetirán estas conductas ahora que, más que nunca, necesita a un parlamento subordinado o a sus pies, de cara a las elecciones de 2026.

Únete a nuestro canal de WhatsApp
Reciba noticias de EU en Google News