Hay que valorar los esfuerzos de la Iglesia Católica para sentar a la mesa a los principales líderes de los poderes del Estado, de los partidos y movimientos políticos, y de los expresidentes de la República, con miras a mejorar el clima de tensión que se vive en la Nación, y a propiciar encuentros que todos necesitamos que se realicen.
Causa orgullo que la iniciativa se dé con la autorización y el envío misionero del presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Francisco Múnera Correa, nuestro arzobispo, cuyo papel de hombre de paz y suscitador de consensos a nivel nacional ya lo conocíamos a nivel local.
Los diálogos que se han iniciado, como dijo el cardenal Luis José Rueda a Semana, no son fáciles, pero sí necesarios; el país necesita que sus principales líderes crezcan en la confianza, para lo cual profundizar en la cultura del encuentro que tanto mencionaba el papa Francisco es un aporte esencial que puede continuar haciendo la Iglesia católica, algo en lo que tiene vasta experiencia.
Los líderes de la República, desde sus distintas instancias, están obligados a ofrecer a los colombianos un mensaje de rechazo a toda forma de violencia, lo cual debe incluir, en palabras del cardenal Rueda, hacer un pacto, una alianza para desescalar la agresividad verbal, lo que nos llega a todos, incluidos quienes laboramos en los medios de comunicación.
Será muy importante la reunión entre directores de los partidos y con los precandidatos presidenciales, que tanto juegan en dieccionar las campañas hacia la controversia de ideas y propuestas, o hacia la de agravios e insultos.
Por lo pronto, de la reunión sostenida entre los presidentes de la República, del Senado, de la Cámara, de la Corte Constitucional, de la Corte Suprema de Justicia, del procurador General, del contralor General, la defensora del Pueblo, del registrador Nacional, la directora del Dapre y los anfitriones (el cardenal Rueda Aparicio, monseñor Múnera y el provincial de la Compañía de Jesús), surgieron acuerdos para bajar las tensiones y la violencia en el debate político, frenar la pugnacidad, escucharse, valorarse y respetarse en hermandad, puntos centrales del encuentro.
Aunque, por diseño de la reunión, no hubo compromisos en acciones puntuales, hubo un llamado a que todos mantengamos viva la esperanza en nuestro país, para lo cual podemos replicar este tipo de encuentros en nuestros espacios locales y regionales.
Las preocupaciones que llevaron a los miembros de la Conferencia Episcopal a convocar estas reuniones son las mismas de los colombianos, que sienten a su país amenazado, como lo están precandidatos, indígenas, mujeres, menores de edad, políticos, periodistas, defensores de derechos humanos, en fin, tantos, que abate. Pero todos estamos llamados a “poner el bálsamo de la alegría del encuentro, con la esperanza de que haya caminos mejores”.