Pocas funcionarias en la historia política reciente del país han estado rodeadas de más polémicas que la canciller Laura Sarabia, quien los últimos días ha protagonizado al menos dos actos de interés para la ciudad y para el país, que se le agradecen. Aunque, contra toda evidencia, no serían los únicos que habría que agradecerle.
Si una de las críticas más rabiosas que se le hacen reside en el presunto ocultamiento de momentos inconfesables de su jefe, como en clave de patrocinio para acumular más poder, para algunos observadores podría ser lo contrario; esto es, que sería la persona que ha soportado con estoicismo los desafueros de quien se asienta en el solio presidencial, con tal de que la máquina estatal siga andando.
Uno de esos actos, de interés para Cartagena, es el compromiso sellado con el alcalde, de buscar soluciones para las insufribles filas en Migración del aeropuerto, entre otros destacados compromisos que, por supuesto, se agradecen si se pueden concretar; pero a la canciller le bastará ejecutar una de esas promesas para que, cuando vuelva por Cartagena como culaquier parroquiana, le podamos agradecer su paso por el Minsterio de Relaciones Exteriores, y es que acabe de una buena vez con la vergüenza que como cartageneros sentimos al ver a los turistas internacionales padecer las imperdonables demoras y el hacinamiento de quinta categoría -porque no hay de sexta- en la zona de control migratorio.
Si Laura Sarabia es incapaz de sacar adelante una atención normal en Migración del aeropuerto de la ciudad, que es sede alterna de la Cancillería, entonces no habrá nada que agradecerle, máxime si sabe que para lograrlo la Alcaldía está dispuesta a cofinanciar la tecnología y los equipos necesarios, a fin de no parecer una ciudad de palurdos, pues de nada vale el enorme esfuerzo que viene haciendo el sacrificado personal de Migración Colombia en el Núñez, que es víctima también de la ineficiencia de sus jefes.
Y lo segundo fue su oportuno, solitario, pero necesario mensaje de reconocimiento, como funcionaria del Gobierno, que ha fallado, como muchos, luego del atentando del que fue víctima el precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay.
Su llamado a que no haya más violencia, siendo este el mensaje en que deben confluir todos desde diferentes sectores y posiciones políticas de Colombia, sin más agresiones “desde el discurso de redes sociales, no más violencia en el maltrato por la diferencia de ideas, no más violencia que nos distancie del objetivo de hacer la paz (…), por desescalar el discurso que incita al odio y a la ira en público y en privado”, tuvo que haberse dicho desde el podio presidencial. Tener autoridad legítima es también reconocer el valor, las ideas y la dignidad del otro. Como ese fue, sobre todo, un mensaje para su jefe, es altamente probable que sus días estén contados en el ‘Gobierno del cambio’.